Su abuelo le mandó a por leña, pero él no regresó. En el 2015, Owo fue secuestrado por un grupo armado en Sudán del Sur. Owo fue obligado a asesinar, robar y secuestrar a otros niños. Si se hubiese negado, el muerto habría pasado a ser él.

Hoy podemos conocer su historia porque Owo logró escapar de sus captores hace dos años. Y también porque World Vision ha querido darla a conocer, junto a la de otros menores que pasaron por situaciones similares, para que el mundo tome conciencia del drama de los niños soldado.

Hoy en día, Owo estudia y está inmerso en un programa de rehabilitación e integración puesto en marcha por dicha oenegé. «Ahora estoy feliz porque esta organización me lo ha devuelto», asegura su abuelo, Silvestor.

El caso de Owo no es único, ni mucho menos. Solamente en el año 2017, Naciones Unidas pudo documentar 10.000 casos de menores reclutados por grupos armados y ejércitos.

DOS DÉCADAS DE TRABAJO

Durante los últimos 20 años, oenegés, gobiernos y organismos internacionales han realizado un gran esfuerzo para prevenir el alistamiento de niños. «Ha habido un éxito notable, con el consenso emergente entre los países de que los niños no deben pertenecer a las fuerzas gubernamentales en zonas de conflicto», afirma Eloísa Molina, coordinadora de comunicación de World Vision.

Sin embargo, varios gobiernos con frentes de guerra abiertos aún los reclutan. «Además, el número de grupos armados sigue aumentando en diferentes entornos de conflicto, por lo que, cuando uno detiene esta conducta, otro, en algún lugar del mundo, puede comenzar a hacerlo», lamenta Molina.

El problema de la ingente labor preventiva desarrollada a lo largo de las últimas dos décadas es que los esfuerzos se han centrado en cambiar las prácticas de las fuerzas y grupos armados, prestando menos atención a reducir la vulnerabilidad de los niños al reclutamiento. Y, si bien el secuestro y el alistamiento forzoso son una realidad, «en muchos lugares del mundo, la mayoría de los niños se asocia con actores armados debido a diversas formas de desesperación: no tienen otras opciones o sienten que esa es la mejor», indica la portavoz de World Vision.

La falta de educación y oportunidades de empleo, la desintegración familiar, el sentido de pertenencia a un grupo, la pobreza, la inseguridad y los desplazamientos continuos o el deseo de venganza de la familia y la comunidad son algunos de los factores que llevan a muchos adolescentes a decantarse por voluntad propia por una vida como soldados.

Por ello, incide Molina, «debemos trabajar en las causas que provocan que estos menores decidan, frente a la ausencia de alternativas, unirse a un grupo armado. Ahí está la clave si queremos reducir el número de reclutamientos de menores».

TAMBIÉN ES COSA DE CHICAS

Si bien las estadísticas reflejan que hay un mayor número de chicos que de chicas asociados con ejércitos y actores bélicos informales, «cada vez existe una mayor identificación de niñas vinculadas a los conflictos», asegura la coordinadora de comunicación de World Vision. Por ejemplo, en Sudán del Sur representan el 34% de los casos reportados, o el 30% en la República Centroafricana.

La realidad de estas niñas soldado depende mucho del contexto. «No solo estamos hablando de esclavas sexuales, sino también otro roles como espías, responsables de cocina y limpieza o de la preparación de rituales de purificación», detalla Eloísa. Por supuesto, también son combatientes. Y «en Irak, República Demoráctica del Congo y República Centroafricana, las niñas suelen estar afiliadas a los grupos armados por matrimonio, convirtiéndose en esposas de los combatientes, a menudo como un medio de supervivencia, para obtener protección o alimentos, por ejemplo», agrega.

Por todo ello, oenegés, gobiernos y organismos interanacionales han de «priorizar la protección de los niños en las respuestas humanitarias frente a conflictos y otras situaciones de emergencia, con el fin de evitar que se comprometan con fuerzas y grupos armados».