- ¿Es la pandemia lo que ha llevado a Familias Unidas a apoyar en Zaragoza a trabajadoras del hogar y los cuidados o ya lo hacían antes?

- En Familias Unidas llevamos trabajando con colectivos de inmigrantes desde el 2018, debido a un repunte de la inmigración de Nicaragua tras una revuelta sociopolítica este país, en donde cooperamos desde 1997. De repente nos encontramos con que nicaragüenses que nos conocían por nuestro trabajo allí nos buscaban aquí, y decidimos ponernos en marcha con un proyecto que les diese respuesta a sus preguntas aquí. Así surgió Nicazaragoza. En este trabajo diario fueron surgiendo nuevas necesidades y especialmente nos encontramos a mujeres que llegaban solas y que se dedicaban al trabajo del hogar y los cuidados. En su mayoría, sin redes de apoyo, aceptan trabajos precarios, con salarios muy bajos y jornadas interminables. El hecho de que estas circunstancias se produzcan en la intimidad de los hogares convierte su situación en invisible y dificulta su denuncia.

- ¿Fue por eso que contactaron con la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados?

- Sí, nos facilitaron más información de la situación por la que estaban pasando la mayoría de sus socias y empezamos una colaboración que sigue a día de hoy. Así surgió el proyecto ‘Atención a mujeres trabajadoras del hogar y los cuidados’, a principios de año. Llegó el confinamiento y la situación se complicó.

- ¿Hasta qué punto se complicó?

- Muchas de ellas se encuentran en situación irregular y no tienen acceso a trabajos con garantías salariales y prestaciones sociales ni a un contrato de alquiler de vivienda, con lo que se ven abocadas a subalquilar habitaciones, a menudo a precios abusivos. Si a esto añadimos el miedo de las familias empleadoras a recibir personas en sus hogares por la pandemia, muchas se han quedado desempleadas, con los mismos gastos que antes y sin ayudas oficiales para afrontar la situación. Esto nos empujó a buscar nuevas soluciones y nuevas alternativas a las situaciones de emergencia.

- ¿Cómo empezaron a trabajar con ellas?

- En el primer mes del confinamiento nos surgieron tantas solicitudes que nos pusimos a recaudar fondos de nuestros financiadores habituales para dar ayudas de emergencia. La Fundación la Caixa donó 5.000 euros que entregamos en tarjetas de 100 euros para alimentos a 50 mujeres. Su respuesta a esta primera llamada fue determinante para que otros donantes, como Clece y la Fundación Anagán, también colaborasen. Y, sobre todo, hemos contado en todo momento con el apoyo del Ayuntamiento de Zaragoza, que nos entregó material sanitario de protección cuando no era posible conseguirlo, y había mujeres que seguían trabajando internas en domicilios sin mascarillas, guantes ni geles.

- ¿Ha ido a más ese respaldo del Ayuntamiento de Zaragoza?

- Sí, precisamente, firmamos un convenio que surgió como respuesta a la necesidad de ayudar al colectivo de las trabajadoras del hogar y los cuidados. Acudimos al ayuntamiento con la propuesta de ofrecer para la acogida de estas mujeres un piso que tenemos en Zaragoza, sobre todo para las internas. Como no pueden permitirse alquilar una habitación para su día libre, muchas se quedan en la misma casa y terminan trabajando siete días a la semana. “Ya que estás aquí… Hazme el favor… Si eres como de la familia…” son frases que se repiten, confundiendo horarios de trabajo y buena relación con el empleador. También hay mujeres que, tras varios años de internas, de repente fallece el empleador y de la noche a la mañana se quedan sin trabajo y sin casa, y a lo mejor ni siquiera saben dónde acudir a alquilar una habitación.

- ¿En qué consiste el convenio?

- El ayuntamiento nos ayuda a gestionar esta vivienda y otras dos más que nos ha cedido por la alta demanda que hemos tenido. Una es para mujeres solas y dos para familias, para estancias temporales mientras mejora su situación. Por la primera han pasado en total siete usuarias. Tres de ellas han visto mejorada su situación y ya han salido, y cuatro viven ahí en estos momentos. En las otras dos tenemos en a cuatro familias. Algunas ya han encontrado trabajo y su situación empieza a mejorar.

- ¿Qué más actuaciones están haciendo con estas mujeres?

- Dentro del proyecto hemos planteado unos talleres de formación básica en materias relacionadas con el empleo en el hogar y los cuidados para favorecer la empleabilidad de las destinatarias. Ahora estamos con unos de cocina básica, de dos días cada uno, en los que aprenden desde técnicas elementales de la comida diaria en los hogares hasta incluso a utilizar los términos que manejamos en casa. Porque si a alguien que no es de Aragón le decimos “hoy voy a poner borrajas”, es muy fácil que nos conteste: “¿Qué vas a poner y dónde?”. Y así, con un poco de humor, solemos comenzar las formaciones, porque algo tan nuestro resulta muy lejano para la gran mayoría de trabajadoras del hogar. Estos talleres además los impartimos de manera conjunta con otras socias de la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados, que se han ofrecido voluntarias para colaborar con sus compañeras en este proceso de aprendizaje.

- Ahora están atendiendo sus necesidades urgentes, pero, ¿qué es lo que realmente necesitan?

- Lo primero y principal, un empleo. No sabes cuántas veces he oído en los últimos meses: “Si yo, lo que quiero, Pilar, es un trabajo”. A mí me gustaría desde aquí hacer un llamamiento a aquellas personas que nos leen, y que en algún momento han tenido ayuda en sus domicilios o en el cuidado de sus personas queridas, mayores o niños, y que ahora tienen miedo a dejar entrar en sus casas a alguien que no es de su familia. Si pueden permitírselo, que no dejen de llamar a aquella persona que les ayudaba, ya que hay muchos medios para protegerse. Con la distancia y los productos de higiene que tenemos al alcance de todos, se puede tener esa ayuda en casa. Y, por otro lado, hace falta una reforma legal para legitimar la situación de tantas personas que llevan años trabajando y contribuyendo a la economía del país, y que solo quieren seguir haciéndolo con derechos.