La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el trabajo infantil como toda aquella labor «que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico». Este resulta peligroso para el bienestar del menor e interfiere con su escolarización, puesto que le priva de la posibilidad de asistir a clases o le obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o bien le exige combinar el colegio con un trabajo tan pesado, y que consume tanto tiempo, que le resulta imposible seguir el ritmo de los estudios.

El viernes pasado se celebró el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, una fecha que varias organizaciones, entre ellas la propia OIT, aprovecharon para alertar de que la crisis del covid-19 puede echar por tierra los avances de los últimos años en la lucha contra este fenómeno.

El impacto de la pandemia en sociedades empobrecidas está provocando que muchos niños, que han visto paralizada su educación por las cuarentenas, entren en el mundo laboral empujados por la crisis económica y la falta de ingresos de sus mayores.

Así lo ratifica Vinicius Carvalho Pinheiro, director regional para América Latina y el Caribe de la OIT, que alarma ante esta peligrosa combinación de suspensión escolar y declive económico, que puede llegar a comprometer el futuro de una generación, al menos en esta región del planeta. «Estamos destruyendo capital humano. Eso es lo más grave, la destrucción del potencial de crecimiento futuro por la interrupción de escuela», asegura.

En Latinoamérica, más de diez millones de niños trabajan. Los responsables de la oengé World Vision temen que, en aquellos contextos donde prevalece el empleo informal, aumente el número de menores dedicados a las ventas callejeras, e incluso aquellos forzados en esquemas de esclavitud, como la mendicidad.

«En años anteriores, tuvimos avances que lograron reducir el trabajo infantil. Pero el deterioro social y económico que anticipa esta crisis estimulará a muchísimas familias a sacar a sus hijos de la escuela ante la incapacidad de pagar sus estudios y proveerles alimento. Por otro lado, muchos sectores buscarán en los niños, niñas y adolescentes mano de obra barata para reducir sus costes operativos», advierte Joao Diniz, líder regional de la citada oenegé en Latinoamérica y el Caribe. «Debemos prevenir esta situación antes de que condenemos a la pobreza a toda una generación afectada por esta crisis», añade.

El fenómeno se repite en Asia. Mediante encuestas realizadas por World Vision en seis países de este continente, el 8% de los miles de familias consultadas reconoció un incremento significativo del trabajo infantil entre los menores de sus hogares. El 4% declaró que ahora hace mendigar a sus hijos para salir adelante. Los motivos expuestos hacían alusión a que sus ingresos disminuyeron o desaparecieron como consecuencia de las medidas de prevención frente al coronavirus.

Además, el cierre de escuelas ha llevado a la eliminación de las comidas escolares. Esto ha hecho aumentar considerablemente la presión sobre la situación nutricional de los niños. Muchos no volverán nunca al colegio.