Comprometidos con la llamada para unir esfuerzos en la lucha contra el hambre, Manos Unidas inició, en el 2016, un Trienio de Lucha Contra el Hambre, cuyo objetivo principal es disminuir el hambre en el mundo y reforzar el derecho a la alimentación de las personas más pobres y vulnerables del planeta. Lo tenemos que hacer porque, 58 años después de la primera Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, seguimos asistiendo a lo que San Juan Pablo II denominó La paradoja de la abundancia; a pesar de que en el mundo se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de su población actual, sigue habiendo 795 millones de personas a las que se les niega el derecho fundamental a alimentarse.

Según el Programa Mundial de Alimentos, «el hambre representa hoy el mayor riesgo para la salud en el mundo. De hecho, el hambre mata a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas».

Manos Unidas se marca tres compromisos para luchar contra el hambre: con una concepción de los alimentos como comida para los seres humanos y no solo como negocio; con una agricultura, ganadería y pesca sostenibles y respetuosas con el medio ambiente; y con un aprovechamiento riguroso de los alimentos que evite su pérdida y el desperdicio.

Al escándalo del hambre y de la producción insostenible se une otro no menos grave: cada año se tira o desperdicia un tercio de los alimentos que se producen. Según el Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO, en su Informe sobre pérdida y desperdicio de alimentos, cada año acaban en la basura 1.300 millones de toneladas de comida apta para el consumo humano, cifrando este dato en unas pérdidas anuales de 750.000 millones de dólares.

Para Manos Unidas, esto es inadmisible. Como también es inadmisible que, según indica la FAO, la desnutrición provoca anualmente la muerte de 3 millones de niños menores de 5 años, 100 millones de niños en los países en desarrollo tienen un peso muy inferior al normal, y 66 millones asisten al colegio con hambre.

Según el economista y filósofo Adam Smith, «no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando una parte de sus miembros son pobres y desdichados». Por eso caminamos juntos, porque la solución al problema del hambre es posible. Lo sabemos bien porque lo vemos cada año en los cientos de proyectos que, gracias al compromiso de miles de personas, ponemos en marcha.

Gracias a ese compromiso solidario de nuestros voluntarios, socios, donantes y colaboradores, hemos hecho posible, durante el 2016, seguir apoyando a más de 2 millones de personas beneficiadas a través de 1.400 proyectos de desarrollo activos en 60 países de África, Asia, Oceanía y América, con un resultado total de 30.000 proyectos realizados en nuestros 58 años de existencia.

Manos Unidas pide más personas comprometidas, aquí y en todo el mundo. Porque el mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida.