En menos de un mes se cuplirán seis años del inicio de la guerra en Siria, 72 inacabables meses que arrojan como resultado la más grave emergencia humanitaria a la que las Naciones Unidas se han tenido que enfrentar en toda su historia. Las consecuencias ya las conocemos: más de un cuarto de millón de civiles han muerto, y millones de personas han tenido que dejar su país con la esperanza de que se les reconozca el estatus de refugiados que, según el derecho internacional, les corresponde.

Pero, de entre los 4,8 millones de personas en las que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifra el número de personas que han huido de Siria, hay un grupo especialmente vulnerable. Son los palestinos que ya vivían en el país como refugiados antes del estallido de la guerra y que, tras lograr escapar de los bombardeos cruzando la frontera, se han convertido en refugiados por partida doble.

Tras la guerra árabe israelí de 1948, miles de palestinos fueron acogidos en Siria entre 1949 y 1950. Tres generaciones después, cuando estalló el conflicto, 600.000 palestinos vivían en Siria distribuidos en once campos de refugiados. Pero, «desde el comienzo de la guerra, seis de esos campos han sido destruidos o vaciados por la fuerza», explica Raquel Martí, directora ejecutiva de UNRWA España, la delegación nacional de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina en Oriente Próximo

Actualmente, «el 60% de la población palestina que vive en Siria se ha convertido en refugiada desplazada dentro del país», señala Martí. «Y los que han conseguido cruzar la frontera, unos 100.000, se han convertido en dobles refugiados». De ellos, 56.000 están entre Jordania y Líbano.

La UNRWA atiende a 5,5 millones de refugiados palestinos, de los cuales 500.000 siguen en Siria, y 500.000 están en Líbano, 2 millones en Jordania, 1,2 millones en Gaza y 900.000 en Cisjordania.

Hasta hace poco, si abandonaban Oriente Medio y, ya fuera del paraguas de la UNRWA, llegaban a la Unión Europea, se les reconocía automáticamente el estatus de refugiados de Palestina. «Pero, con las llegadas masivas a Europa, lamentablemente, esta situación ha cambiado, y tienen que tramitar su asilo como los sirios o los iraquíes», protesta Raquel Martí.

Ahora, la UNRWA centra todos sus esfuerzos en Siria en el mantenimiento de la resiliencia -la capacidad de sobrevivir en un contexto adverso, como la guerra- de toda la población palestina dentro de este país. «Tienen muchos problemas para abandonar el país. Algunas son barreras físicas, pero otra es pensar que si salen, tras llevar tantos años acogidos por el Gobierno sirio, no saben si les van a dejar regresar cuando acabe la guerra, y podrían acaban en un limbo jurídico, puesto que son refugiados y tampoco pueden retornar a su país», recuerda Martí. «De esta manera, al ayudarles con la ayuda de emergencia, lo que estamos intentando es que, en la medida de lo posible, es que resistan la situación para que continúen dentro de Siria», añade.

Otra de las preocupaciones de la UNRWA en Siria es «mantener la educación para conseguir que no haya una generación perdida de niños. De hecho, en Siria, Gaza y en otras zonas, la estamos manteniend. Y la salud es otra de nuestras prioridades; continuar con los ciclos de vacunación infantil y, sobre todo, con la salud materno-infantil», expone Martí.

Aunque «el programa que más impacto está teniendo en esta población es la ayuda en efectivo, es nuestra mejor forma de ayudar a la población. Y, además, hay que seguir con lo que ya estábamos haciendo, el reparto de alimentos y de kits higiénicos y de invierno, sobre todo a los más vulnerables». Pero, para seguir haciéndolo, la UNRWA necesita seguir contando con el apoyo económico de los gobiernos y de los ciudadanos.