-¿Cuál fue el origen de la Asociación Enseñantes con Gitanos?

-Nació en 1980 por iniciativa de un grupo de maestros de Huesca y de Zaragoza que trabajaban con niños gitanos. Decidieron juntarse para organizar el primer encuentro de Enseñantes con Gitanos, y a raíz de aquel se fueron enterando de su existencia docentes de otras comunidades. El siguiente encuentro se celebró en Huesca en 1982, y desde entonces se han ido celebrando cada año en una ciudad distinta. La asociación tiene hoy presencia en toda España. En mayo se celebran unas jornadas temáticas y cada dos meses se reúnen los coordinadores de cada comunidad autónoma. Desarrollamos estudios e investigaciones y vamos conociendo experiencias que están funcionando en otros lugares.

-¿Por qué decidieron impulsar las Jornadas de Enseñantes con Gitanos?

-Porque veíamos que era un tipo de alumnado que quedaba bastante abandonado en la normativa y la legislación. En aquellos años había mucho absentismo y la escolarización era muy tardía. No iban a clase hasta los 6 o 7 años y en cuanto podían se marchaban. Intentábamos que al menos estudiasen el tramo obligatorio de la enseñanza. Y también tratábamos de que se tuvieran en cuenta sus rasgos culturales. Igual que cuando viene un niño magrebí tienes que conocer sus costumbres y necesidades, pensábamos que con el alumnado gitano tenía que ocurrir lo mismo. Por ejemplo, la gitana es una cultura oral, pero nuestro sistema de exámenes es escrito, y ahí va a crujir la cosa. Habría que tener en cuenta todas sus dificultades para que puedan tener éxito. Y en ello hemos ido trabajando.

-¿En qué han trabajado?

-Se han elaborado materiales para el profesorado trabajando con lingüistas, historiadores… Europa ya le dio un tirón de orejas al anterior ministro, y pide que el pueblo gitano aparezca en el currículo escolar. Igual que cuando se estudia el siglo XV se habla de los Reyes Católicos, habría que explicar que fue entonces cuando los gitanos entraron en la Península Ibérica por el Pirineo, pasando por Alagón y por el Camino de Santiago, igual que en distintos periodos históricos se estudia la llegada de otros pueblos como los griegos o los fenicios.

-¿Podría decirse que el pueblo gitano es invisible en nuestro sistema educativo?

-No solo es invisible. Hay profesores que dicen que, si los gitanos no vienen a clase, menos faena. Por eso es normal que a los jóvenes gitanos no les resulten atractivos los estudios, porque no se ven reflejados en ninguna asignatura.

-Y en la universidad, ¿no se prepara a los futuros maestros para esta diversidad?

-No. De momento, yo solo conozco en España dos cátedras de historia del pueblo gitano: una en Alicante y otra en la Univesidad de Alcalá de Henares. No deja de ser curioso que esta última institución la fundó el cardenal Cisneros, que fue quien les dio la idea a los Reyes Católicos de que sacaran la primera norma contra los gitanos… Mira por dónde, parece que hay justicia poética. Cuando a los maestros nos preparan, nos hablan de hiperactividad, de dislexia… Pero nunca te hablan de los distintos rasgos culturales que te vas a encontrar en el aula. Cuando yo llegué a dar clases en Caspe, en 1979, me encontré con nueve alumnos gitanos. Menos mal que crecí en La Magdalena y me crié entre ellos, pero no te preparan para encontrarte, como me pasó a mí, con nueve niños que no saben leer ni escribir.

-Desde entonces, ¿en qué ha cambiado la situación del alumnado gitano?

-Hasta aquel momento, la Iglesia era la que se encargaba de los colegios para gitanos. Entonces, el Estado creó las denominadas escuelas puente, con la idea de que los alumnos pasasen luego a un colegio normalizado. Todo aquello tuvo su momento y después ya se fueron matriculando en el colegio que le correspondiese a su barrio. Pero luego han ido apareciendo unos colegios gueto. El resto del alumnado acaba marchándose a otros centros, y se quedan solo los chavales gitanos y los de origen extranjero. Ahora estamos pensando cómo podría romperse ese círculo.

-¿Qué desafíos implican estos centros?

-Se supone que la escuela debería prepararte para la vida, y en la vida te vas a encontrar con todo tipo de gente. Si vas a un colegio normalizado vas a encontrarte con una gran variedad de alumnos. Pero, si estás en un colegio gueto, al igual que si estudias en un colegio privado de élite, solo vas a conocer un perfil muy concreto de personas, y eso no es nada educativo porque no te prepara para la vida. Por eso, en los últimos años se pedía que el profesorado no fuera a estos centros gueto porque le tocase por concurso, sino por tener un proyecto elaborado. Suele haber muy buena voluntad y recursos suficientes, pero seguimos sin tener esa fotografía real de la vida. Y eso es lo que nos gustaría que se fuera corrigiendo, pero es muy complicado porque tiene que ver con el urbanismo, con la vivienda, con los servicios con los que cuente el barrio… Y eso no se resuelve desde la educación. Precisamente, este año se presentó la Estrategia Integral para la Población Gitana en Aragón, que demuestra que con voluntad se pueden arreglar las cosas. Ahora es necesario que haya dinero para poder aplicarla.

-¿Qué haría falta?

-En los colegios en los que hay muchos niños gitanos se trabaja muy bien si hay un mediador joven que nos conoce a nosotros (los profesores) y los conoce a ellos (los gitanos). Yo trabajé así en Fraga y, en aquellos años, los niños no faltaban a clase, se escolarizaban a los tres años… Y todo porque el mediador sabe cuándo y cómo hacer su labor: en el culto, en el mercadillo, donde sea. Pero sin mediación es muy complicado, aunque eso supone dinero.

-¿Se puede trazar un perfil medio del alumnado gitano en Aragón hoy?

-Yo no me atrevería porque hoy en día te encuentras absolutamente de todo. Yo me encuentro en Fraga con antiguos alumnos a los que les costaba venir a clase y que sin embargo ahora quieren que sus hijos e hijas estudien.

-Sobre los gitanos recae el estereotipo del machismo. ¿Se refleja en más oportunidades educativas para ellos que para ellas?

-No. Al igual que ocurre entre el resto de la población, ellas están más motivadas para seguir estudiando, quizás porque han visto lo que se han sacrificado sus madres. Y hoy son más las mujeres gitanas que llegan a la educación postobligatoria y a la universidad que los hombres.