El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento observa un aumento de la tasa de actividad empresarial femenina en América Latina y el Caribe. Sin embargo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la mujer campesina enfrenta grandes dificultades que le impiden obtener un ingreso digno y acceder al crédito. Además, la escasa formación y asistencia técnica limita su acceso al conocimiento y a la mejora de los resultados productivos.

Los informes del Proyecto Global Entrepreneurship Monitor indican que las mujeres colombianas tienen un protagonismo creciente en la dinamización de la economía, puesto que son generadoras de ingreso y empleo como emprendedoras. La motivación del emprendimiento femenino por necesidad es superior al de los hombres, y esta va aumentando de forma directamente proporcional a la edad, lo que refleja que ellas tienen una mayor necesidad de complementar el ingreso familiar.

El pasado mes de febrero, cuatro profesoras de la Universidad de Zaragoza participamos en el Diplomado de Emprendimiento y Liderazgo Femenino en el ámbito Rural, dentro de un proyecto de la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo y del Campus Iberus, y en colaboración con las universidades de Ibagué y del Tolima (Colombia). Dicha participación nos permitió constatar la importancia del desarrollo de capital social entre mujeres emprendedoras para apoyar el emprendimiento femenino.

La comunidad y las relaciones sociales constituyen un factor de desarrollo sostenible que debe ser movilizado y orientado para que se produzca una transformación social en virtud del liderazgo femenino. La agregación de la acción colectiva contribuye a que su voz y reivindicaciones sean atendidas por el sistema político y el reconocimiento como grupo social puede poner a la mujer emprendedora en situación de fortaleza.

El capital social es la capacidad de las personas para trabajar colectivamente para lograr objetivos compartidos en grupos y organizaciones. Es un constructo multidimensional (estructural, relacional y cognitivo) que se encuentra arraigado en la estructura social de los individuos. No es propiedad individual ni puede monetizarse su valor al igual que otras formas de capital. En lugar de ello, facilita las relaciones entre los agentes y los une a través de redes de confianza. Es un componente clave del emprendimiento, sin el cual el establecimiento de un nuevo negocio podría enfrentar varios problemas. El éxito de un emprendedor guarda una estrecha relación con su capacidad para desarrollar redes sociales y el tipo de redes en las que participa.

En tal sentido, como una estrategia que ayuda al empoderamiento y liderazgo femenino, la organización y el trabajo en red contribuye tanto a la aproximación hacia nuevas oportunidades laborales, como al aprendizaje de la experiencia de otras personas y al acceso rápido a información relevante.

Abordar el emprendimiento femenino desde la perspectiva del capital social significa profundizar en la red de relaciones sociales, en sus diversas dimensiones, que facilitan el acceso y la explotación de nuevos recursos e influyen positivamente en sus resultados.