Desde 1975, miles de refugiados saharuis viven en cinco campamentos (Auserd, Smara, Dajla, El Aaiún y Bojador), repartidos en el desierto (hammada argelina) situados a pocos kilómetros de la ciudad de Tinduf, en un entorno árido y aislado.

Las perspectivas de cambio para esta población y de desbloqueo del proceso de negociación no son esperanzadoras, a pesar de las sucesivas rondas de conversaciones formales mantenidas hasta el año 2012. Con la designación del nuevo enviado personal del Secretario General de Naciones Unidas para el Sáhara Occidental, Horst Köhler, se espera un relanzamiento de las negocaciones.

Aunque muchos elementos permanecen inalterados, en los últimos años se perciben cambios contextuales que están afectando a la vulnerabilidad de determinados colectivos de población, al ámbito socioeconómico, a la seguridad en los campamentos y a la cohesión social.

El entorno natural y la situación política limitan significativamente las oportunidades de empleo y las actividades generadoras de ingresos y, aunque existe una economía no estructurada, ello no supone oportunidades laborales significativas para la población en general y para la juventud en particular, por lo que existe una alta dependencia de la ayuda externa.

El progresivo envejecimiento de la población está ocasionando la prevalencia de enfermedades. La mayoría de los jóvenes se han formado fuera de los campamentos o ha tenido contacto con otras realidades, y muestran su frustración ante las escasas oportunidades de desarrollo profesional y de participación en la toma de decisiones en los campamentos.

La evolución de las relaciones de género en los campamentos resulta preocupante en los últimos años. Se percibe cierta erosión del importante papel desempeñado inicialmente por las mujeres saharauis en la organización sociopolítica y en el trabajo comunitario.