La escuela, institución cuyas raíces se encuentran en los orígenes de la civilización, ha estado, en las últimas décadas, imbuida en un torrente de transformaciones en todos niveles. ¿Ha seguido el ritmo de los cambios, ubicada en la realidad nacional?, ¿se ha mantenido a flote tan sólo?, ¿cuál debería de ser su rol considerando las nuevas características de la situación mundial y nacional?, ¿tenemos en cuenta nuestra escuela rural, desarrollo rural y sostenibilidad?

El papel que la escuela pueda asumir como institución social no depende de métodos y técnicas solamente, también es un problema de recursos socioeconómicos y de visión. ¿Por qué después de tantos años, la mitad de las zonas rurales y de los países que se encuentran en conflicto o han salido del mismo, no cuentan con una escuela y una educación de calidad? ¿Por qué todavía hablamos de la universalización de la educación: Objetivo 4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos? ¿Por qué, todavía, aún, la mitad de la población no sabe leer ni escribir significativamente?

Numerosos estudios muestran cómo el mundo y el mundo rural están en proceso de cambio. Los cambios demográficos, el fenómeno de la globalización y las políticas de liberalización, las políticas de fortalecimiento y diversificación de la economía y el desarrollo sostenido junto con el bienestar social y la conservación del espacio, en algunos países y de los recursos rurales están transformando profundamente el medio rural.

Las tendencias a la globalización apuntan incluso a la desaparición de los agentes sociales de este medio lo que significaría el establecimiento de pautas, formas de vida, maneras de organización social y cultural bien diferentes a las tradicionales, o al menos, a las conocidas hasta el momento.

Zygmunt Bauman, cuando nos habla de la modernidad líquida, nos obliga, pues, a una lectura diferente de la que veníamos haciendo sobre el territorio rural. La caracterización de la modernidad como un «tiempo líquido» —da cuenta del tránsito de una modernidad «sólida» —estable, repetitiva— a una «líquida» —flexible, voluble— en la que las estructuras sociales ya no perduran el tiempo necesario para solidificarse y no sirven de marcos de referencia para los actos humanos. Y en consecuencia «la apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña la administración de un territorio». La educación rural es una realidad que viven millones de alumnos y cientos de miles de docentes.

El derecho a la educación está reconocido en los tres grandes tratados internacionales sobre los derechos económicos y sociales. La educación inclusiva, primaria gratuita, obligatoria y abierta a todos es uno de los derechos más claramente definidos. Las acciones emprendidas por los Estados para atender a este derecho y este tipo de escuelas en el medio rural son insuficientes, considerando los complejos procesos de despoblación, exclusión social, marginación, pobreza, rezago educativo y violencia que se viven en los espacios rurales en la actualidad.