Desde el 2000 se han registrado entre 50 y 65 emergencias alimentarias cada año. Una década antes, esta media era de entre 25 y 45.

Seis de cada 10 personas con hambre lo padecen a causa de la violencia. 489 millones de personas se enfrentan a la inseguridad alimentaria derivada del conflicto armado.

En la última década, los desastres naturales afectaron a 2.700 millones de personas y causaron daños valorados en, aproximadamente, 1.300 millones de dólares.

El Inter Agency Standing Committee (IASC) es el mecanismo principal para la coordinación internacional de la ayuda humanitaria. Engloba a agencias de Naciones Unidas y organizaciones humanitarias.

Antes de una emergencia, es imprescindible el trabajo preventivo. Hay que monitorizar la situación mundial para poder anticipar las crisis que desencadenarán conflictos o fenómenos climáticos, pero también aquellas crisis que se generan lentamente por el deterioro continuado de las condiciones de vida de una población. También se debe anticipar la respuesta en términos humanos y materiales, así como garantizando los fondos necesarios. La construcción y refuerzo de resiliencia en las comunidades expuestas mitiga el impacto de las eventuales crisis.

Durante la emergencia, es fundamental desplegar una respuesta rápida, coordinando los esfuerzos de todos los actores, desde los propios supervivientes a las organizaciones humanitarias e incluyendo a gobiernos, instituciones y ciudadanos donantes. La prioridad es salvar vidas, gracias a un análisis de necesidades y seguridad.

Después de la emergencia, hay que adaptar la respuesta a las fases posteriores de rehabilitación y reconstrucción, evaluando cada intervención. Otra labor fundamental es informar y sensibilizar para garantizar un apoyo constante más allá del primer foco mediático.