Cruz Roja es una de las organizaciones humanitarias que gestiona el programa aragonés de acogida e integración de solicitantes y beneficiarios de protección internacional. Consta de tres fases, que en total suman 18 meses, «prorrogable hasta los 24 meses en casos de extrema vulnerabilidad», señala Ester Haro, trabajadora social de Cruz Roja.

La primera fase, de acogida, «es una etapa de adaptación, empadronamiento, escolarización, obtención de tarjeta sanitaria, revisiones médicas, conocer la ciudad, las costumbres, los sistemas de convivencia…». Es el momento de aprender el idioma y, si los solicitantes ya lo conocen, de empezar una formación para el empleo mientras su situación administrativa se resuelve y llega su permiso de trabajo, que suele tardar unos seis meses, cuando se pasa a la siguiente fase.

En la segunda fase, denominada de integración, «empieza su proceso hacia la vida autónoma», explica Haro. En este periodo se incide en los programas de formación para el empleo. Los solicitantes de asilo pasan de pisos o centros de acogida a viviendas con un contrato de alquiler normalizado. Y conforme empiezan a trabajar y a tener ingresos, van disminuyendo las ayudas económicas para los gastos básicos.

El equipo multidisciplinar de Cruz Roja, integrado por educadores, asesores jurídicos, psicólogos, educadores y trabajadores sociales, no dejan de darles apoyo en su día a día.

Si todo va bien, al año de entrar en el programa entran en la tercera fase. «Ya son independientes económicamente, se manejan en la sociedad, acuden a los recursos solos, y ya no necesitan un acompañamiento tan a menudo como una vez al mes o a la semana», describe Ester.

«El objetivo es que, transcurridos los 18 meses, salgan del programa y sean uno más dentro de la sociedad», agrega. Pero rara vez se ha resuelto su situación administrativa en este periodo, por lo que siguen contando con el apoyo de Cruz Roja mientras esperan una resolución.