Los rohingyas son una minoría étnica predominantemente musulmana de 1,1 millones de personas que viven sobre todo en el estado de Rakhine, situado al oeste de Myanmar, fronterizo con Bangladesh.

Esta etnia cultural, religiosa y lingüística, considerada una de las más perseguidas del mundo por Naciones Unidas, sufre una discriminación histórica por parte de las autoridades birmanas.

Aunque viven en Myanmar desde hace generaciones, el gobierno de este país insiste en que todos los rohingyas son inmigrantes ilegales que llegaron de Bangladesh hace décadas. Se niega a reconocerlos como ciudadanos, lo que en la práctica los convierte en apátridas.

Viven en condiciones deplorables debido a la discriminación sistemática. Están prácticamente segregados del resto de la población, no pueden circular libremente y tienen un acceso limitado a la asistencia médica, la escuela y el empleo.

En el 2012, las tensiones entre rohingyas y la mayoría de la población, de etnia rakhine —fundamentalmente budista—, degeneraron en disturbios, lo que llevó a decenas de miles de personas, sobre todo rohingyas, a abandonar sus hogares e instalarse en precarios campamentos de desplezados en la misma región de Rakhine. Las personas que viven en los campamentos están confinadas allí y segregadas de las otras comunidades.

Desde los sucesos del 2012 se ha producido un incremento de la persecución contra todos los seguidores del islam en Myanmar, no solo contra los rohingyas, hasta el punto de que más de una veintena de localidades del país se han declarado «libres de musulmanes».

Los musulmanes representan el tercer grupo religioso del país (un 4% de la población), por detrás de los budistas (la gran mayoría, un 90%) y los cristianos (un 6%).