-Médicos sin Fronteras (MSF) trae a Zaragoza la exposición Seguir con vida

-La exposición es un proyecto de MSF sobre las poblaciones que sufren la violencia extrema y quedan atrapadas o se ven obligadas a huir de la misma. La inseguridad generalizada hace que estos conflictos sean cada vez más inaccesibles para los periodistas y queden sumidos en el olvido y el desinterés para la opinión pública internacional. Nadie se acuerda de ellos. Por eso, el compromiso de MSF es doble: acción médica y testimonio.

-¿Cómo se gestó el trabajo?

-Anna Surinyach trabajó en MSF durante siete años. A lo largo de ese tiempo documentó gráficamente situaciones de conflicto en Yemen, República Centroafricana, Marruecos, Colombia, Bolivia, Paraguay, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Etiopia, India y Kenya. Ha sido la autora audiovisual y de reportajes web sobre derechos humanos y ayuda humanitaria en temas como las migraciones y movimientos poblacionales en éxodos y los migrantes atrapados en Marruecos. Actualmente, forma parte del colectivo 5W y realiza colaboraciones puntuales con MSF. En concreto, los vídeos e imágenes de esta exposición se realizaron del 2014 al 2016 en Siria, República Centroafricana y Sudán del Sur.

-La exposición incluye una experiencia de inmersión virtual en vídeos 360º. ¿Qué le aporta al espectador?

-Cuando nos planteamos el reto de crear esta muestra, siempre tuvimos presente que queríamos conseguir acercar lo más posible la realidad de los refugiados y desplazados por la violencia y el conflicto. Esto siempre ha sido un desafío para nosotros, ya que trabajamos y comunicamos sobre realidades complejas que, a menudo, quedan muy lejos de la ciudadanía. La inmersión visual nos permite justamente eso: generar en el espectador la impresión de estar ahí, donde están las personas afectadas por este crisis, que las personas que los ven se pongan en la piel de quienes sufren y luchan contra su situación de conflicto y violencia. Esta técnica de vídeos en 360º permite envolver a los espectadores que visitan la exposición con la realidad de los campos de desplazados en Sudán del Sur o la República Centroafricana, o la ruta que realizaron los sirios escapando del conflicto en el 2015.

-¿Cómo es el trabajo de MSF en estos tres contextos tan complejos?

-En estos tres países, la inseguridad extrema y las dificultades logísticas disuaden a la mayoría de organizaciones de asistencia; y cuando hay ayuda, intereses más políticos que humanitarios pueden intentar manipularla. Las poblaciones más necesitadas de asistencia humanitaria suelen estar en las zonas más aisladas y de difícil acceso. Allí es donde trabajan los equipos de MSF y donde a menudo están solos. Allí es donde MSF tiene el mayor compromiso de estar y permanecer, ofreciendo atención médica y humanitaria a estas poblaciones. Un 60% del gastos en los proyectos de MSF España se dedica a víctimas de conflictos armados.

-¿A qué se refiere cuando dice que «intereses más políticos que humanitarios» pueden «manipular» la ayuda?

-Un aspecto que ha enfangado el trabajo de organizaciones como la nuestra ha sido la politización de la ayuda humanitaria, o dicho de otra manera, el uso de la etiqueta humanitario para fines a veces maquiavélicos y ajenos del todo a la mejora de la situación de las poblaciones. Se habla de guerras humanitarias, ejércitos humanitarios. Pero esto es contradictorio. Y esta confusión pone en el punto de mira a organizaciones médicas y humanitarias. El resultado: escaladas de ataques contra personal sanitario y suspensión de actividades médicas.

-¿Se han convertido las misiones humanitarias en blanco habitual en los conflictos armados actuales?

-Sí. Hospitales, centros de salud, clínicas móviles, ambulancias y personal sanitario son los últimos espacios de humanidad cuando todo se hunde por culpa de la guerra. Son lugares protegidos, pero eso no les ha librado de ataques frecuentes en países como Sudán del Sur, Yemen o República Centroafricana. Sin médicos y sin hospitales desaparecen uno de los pocos vestigios de humanidad que quedan en las guerras. Ahora, los límites son flexibles en función de los intereses de las partes. En el 2017, según la Organización Internacional para la Salud (OMS), hubo 322 ataques y 242 muertes en 20 países. La República Centroafricana, Pakistán, Libia, Nigeria o Sudán estaban en los primeros puestos de la lista. En lo que va del 2018, Sudán del Sur, la República Centroafricana, Yemen o Pakistán encabezaban la lista. Ha habido 299 ataques y 308 muertes.

-¿Qué otras dificultades entraña para MSF poder prestar asistencia humanitaria y sanitaria a los grupos humanos que huyen de la violencia?

-En contextos de violencia, el acceso a las víctimas puede ser complicado, ya que es necesario que todas las partes en conflicto permitan la entrada de MSF y respeten el trabajo que realizamos. También hay mayores dificultades para hacer llegar los materiales necesarios para la realización de los proyectos.

-¿Cuántas personas se encuentran en situación de desplazamiento forzoso por la violencia en el mundo?

-Cada día, millones de personas en todo el mundo sufren lo indecible por culpa de la guerra y la violencia. En muchos conflictos, son blanco de ataques indiscriminados -a veces deliberados- y se les priva de atención médica. Esta es una realidad inaceptable para MSF como organización médico-humanitaria, y por eso quiere compartirla. En su informe Tendencias globales, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que el desplazamiento forzado global ha alcanzado una vez más niveles sin precedentes. Al término del 2017, se registraron 68,5 millones de personas desplazadas a la fuerza por el conflicto y la violencia. Una media de 31 personas fue desplazada de sus hogares cada minuto de cada día y más del 50% son niños. Es la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial.

-Ante estas situaciones, ¿todo el mundo tiene las mismas posibilidades de huir?

-En estos grandes desplazamientos de población, siempre hay colectivos o grupos más vulnerables. En concreto, las mujeres se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad, así como los menores de cinco años y las personas con enfermedades crónicas o los heridos.