La Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés) comenzó sus actividades el 1 de enero de 1950 con un mandato original de tres años. Desde entonces, 68 años después de su nacimiento, y con un mandato renovado por la Asamblea General de la ONU cada tres años, esta institución atraviesa la mayor crisis financiera de su historia. La causa es el cierre del grifo de la financiación del que tradicionalmente ha sido su principal donante: Estados Unidos.

La primera potencia mundial había comprometido para el 2018 la cantidad de 360 millones de dólares para la UNRWA. En enero desembolsó 60. Pero el 31 de agosto, el presidente Donald Trump «confirmó que no teníamos que seguir esperando nada más de su país, ni este año ni los próximos», comenta Raquel Martí, directora ejecutiva de UNRWA España. «A partir del 2019 hemos perdido el apoyo financiero de EEUU», añade.

«En ningún momento durante los últimos ocho meses se nos notificaron las razones específicas del dramático recorte de financiación», reconocía Pierre Krähenbühl, comisionado general de la UNRWA, al día siguiente del anuncio de Trump. Este giro en la política exterior de EEUU dejó a la agencia de la ONU con un descubierto de proporciones astronómicas: 500 millones de dólares, el mayor de su historia. Pero la UNRWA no ha dejado de trabajar para intentar superar el bache.

«Aunque tuvimos esta confirmación definitiva en agosto, era algo que esperábamos que iba a ser así, por lo que llevamos todo el año trabajando para tratar de suplir la falta de apoyo de EEUU con aportaciones extraordinarias de otros donantes», expone Martí.

«Afortunadamente, lo que hemos conseguido hasta ahora es un respaldo fuerte del resto de la comunidad internacional en cuanto a la importancia de mantener los servicios que la UNRWA presta a los refugiados palestinos y sobre nuestra capacidad y la calidad de nuestros servicios. Esto, en el plano más político», continúa la representante de la agencia en España.

En el plano económico «hemos conseguido reducir la deuda a 64 millones, desde los 500 que teníamos a principios de año. Porque no solo era la financiación de Trump. Todos los años, la UNRWA sufre déficit financiero. Nosotros habíamos calculado una deuda para este año de 200 millones de dólares, y con la retirada de Trump se había convertido en 500 millones», detalla.

Las consecuencias de un recorte de estas dimensiones no se hicieron esperar. Y la minuta la tuvieron que pagar, como siempre, los más débiles: una población de 5,4 millones de refugiados que lleva más de tres generaciones sufriendo las consecuencias de un asimétrico enfrentamiento con Israel. Y que depende para cubrir casi todas sus necesidades básicas de la ayuda humanitaria que le proporciona la UNRWA en Jordania, Líbano, el territorio palestino ocupado y Siria.

A lo largo de este año, la agencia ha tenido que reducir programas de empleo en Gaza y Cisjordania, así como el programa de salud mental y subsidios de alquiler para personas desplazadas en Gaza, entre otros. «Nuestro principal objetivo con estas medidas es preservar nuestros servicios esenciales, como salud o educación. Y, sobre todo, garantizar que los refugiados y refugiadas de Palestina más vulnerables sigan recibiendo servicios vitales, como la ayuda alimentaria de la que solo en Gaza dependen casi un millón de personas», informaba la UNRWA el pasado julio.

Los recortes también han afectado a parte del personal de la UNRWA, la principal fuente de empleo para esta castigada población. Con el objetivo de proteger al máximo los servicios esenciales y tantos empleos como sea posible, 584 trabajadores han tenido que pasar a trabajar a media jornada. Y la falta de financiación hará inviable la renovación de 154 contratos en Cisjordania y 113 en Gaza. Este curso también ha tenido que realizar un gran esfuerzo para garantizar que sus escuelas, a las que asisten más de medio millón de niños y niñas refugiados, no tuviesen que retrasar su apertura, y para que otros servicios esenciales, como la atención médica, puedan continuar ininterrumpidamente.

Para el 2019, «todo dependerá del compromiso de nuestros donantes. Si mantienen la financiación que nos han destinado este año, continuaremos con los programas que se han conseguido salvar. Pero no esperamos regresar a la situación que teníamos antes de los recorres de la Administración Trump», admite Martí.

La UNRWA es una agencia humanitaria que trabaja en el área más politizada del mundo. De ahí que tenga que poner un especial cuidado en mantenerse neutral e independiente. «Lo que no vamos a consentir es que se haga un uso político de la ayuda humanitaria, que es lo que está pasando ahora mismo», enfatiza Martí.

Y es que, como intuía Krähenbühl, el recorte de Trump, «aparentemente estaba relacionado con las tensiones entre EEUU y los dirigentes palestinos» tras el anuncio del traslado de la embajada de este país a Jerusalén Este, «algo que nada tenía que ver con el desempeño de la UNRWA». «Es más, en noviembre del año pasado recibimos la felicitación de la Administración Trump por el uso que estábamos haciendo de sus fondos», sañala Martí. Pero su acercamiento a las políticas más radicales de Israel ha degenerado en esta crisis.