A veces los provoca la búsqueda de mejores oportunidades para el futuro. En ocasiones, simplemente, la pura necesidad de huir para sobrevivir. Sea cual sea su causa, los grandes movimientos migratorios son tan viejos como la propia humanidad. Lo que pocas se tiene en cuenta es que «estos desplazamientos pueden tener considerables efectos sobre los sistemas educativos», tal y como se encarga de recordar Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, en el informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2019.

Sin duda, «ayudar a los docentes para que lleven a la práctica la inclusión» de los recién llegados a un territorio es «un importante reto», señala Helen Clark, presidenta del consejo consultivo responsable del citado informe. Lo que no cabe es la inacción. «Las migraciones requieren respuestas», añade. Es cuestión de voluntad política... y de recursos.

«Suministrar educación no es solo una obligación moral de quienes son responsables de ello, sino también una solución práctica a muchos de los efectos causados por las migraciones. Debe ser, y debería haber sido siempre, componente central de la respuesta a la migración y los desplazamientos», agrega Clark.

Sin embargo, la realidad dista mucho de los planteamientos de la Unesco. De los 7,1 millones de niños, niñas y adolescentes refugiados en edad escolar, 3,7 millones no asisten a la escuela, de acuerdo con el informe Reforzando la Educación de los Refugiados en Tiempos de Crisis del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

El Objetivo de Desarrollo Sostenible número cuatro propone para el año 2030 «garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas». Pero difícilmente podrá lograrse si no se proporciona educación a aquellas poblaciones más vulnerables, como es el caso de los refugiados, los apátridas y las personas desplazadas.

Solo el 63% de los niños refugiados va a la escuela primaria, en comparación con el 91% de la niñez a nivel mundial. La cifra cae hasta el 24% en la secundaria, mientras que el dato global es del 84%. A la universidad solo llega el 3%, frente al 37% de la población general. Estas cifras son el resultado directo de la falta de fondos, según el ACNUR, que hace un llamamiento para lograr la financión necesaria.