Pocos contextos puede haber más complicados para hacer efectivo el derecho a la salud que los campamentos de refugiados saharauis. Y, sin embargo, con empeño, esfuerzo y financiación, se puede conseguir. La evolución de los indicadores de la salud materno infantil en los campos de Tindouf (Argelia) a lo largo de la última década así lo demuestran, aunque la atención sanitaria siga siendo delicada.

Se trata de una mejoría a la que han contribuido los aragoneses a través de la financiación pública de proyectos de cooperación en materia de salud. Y es que no hay que olvidar que, «más allá de la ayuda humanitaria que podamos hacer como miembros de la comunidad internacional, España tiene una responsabilidad especial, debido a su actuación previa en este conflicto», recuerda Clara Pertusa, presidenta de Médicos del Mundo Aragón, una de las oenegés que más ha contribuido a mejorar la salud materno infantil en esta región.

A comienzos de este siglo, Médicos del Mundo ya trabajaba en Tindouf con un programa de oftalmología y, al mismo tiempo, estaba en otros países de África trabajando en salud sexual y reproductiva. «Nos planteamos ampliar nuestro ámbito de trabajo en los campos de refugiados saharauis. Y cuando fuimos a identificar proyectos, coincidió -entre los años 2002 y 2003- que el Ministerio de Salud saharaui quería poner en marcha la formación de matronas en su escuela de enfermería porque su prioridad era iniciar un programa de salud reproductiva para proteger la reproducción de la población.Por lo tanto, fue fácil decidir que íbamos a trabajar en programas de salud materno infantil, que acabaron derivando después en un programa mucho más integral de salud reproductiva», José Fernández, médico experto en gestión sanitaria y voluntario de Médicos del Mundo.

Cuando ese programa comenzó, en el año 2008, la mayoría de los partos eran atendidos por parteras tradicionales. Entonces solo había 7 matronas formadas. Hoy son 35. En el 2012, el 67% de los partos ya eran atendidos por personal formado. El año pasado, ese porcentaje alcanzó el 87,4%.

En estos años se ha conseguido alcanzar importantes logros, como que más del 75% de las mujeres embarazadas realicen al menos tres consultas de seguimiento a lo largo de la gestación, o que en más de la mitad de los partos atendidos por matrona se utilice el partograma. También se llega a realizar un control puerperal a domicilio en las primeras 48 horas después del parto al 45% de las mujeres.

Pero, a pesar de todo ello, un 47% de las mujeres embarazadas padece anemia moderada o severa, y un 33% mantiene ese estado al alcanzar su tercer trimestre de embarazo. Y no es de extrañar, dada la pobre alimentación que pueden permitirse estas mujeres.

La dependencia alimentaria

«Con toda la dificultad que hay tras casi 43 años de refugio, en unas condiciones de ámbito geográfico y climatológico totalmente adversas, y con unas condiciones de alimentación básica dependientes de una canasta que proporciona en Programa Mundial de Alimentos y que es insuficiente, irregular y de mala calidad nutricional, los indicadores de salud de la población refugiada saharaui pueden sufrir cualquier comparación con los países de su entorno», opina el doctor Fernández. Es decir, «el esfuerzo de esta población y de sus autoridades, con el apoyo imprescindible de la ayuda externa, sí que se nota en las condiciones de salud», que mejoran, como es el caso de la salud materno infantil.

Según Jira Bulahi, delegada del Frente Polisario y de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) en España, una de las claves por las que este es el campo de la salud que mayor mejoría ha experimentado en los campos de Tindouf es que «la perspectiva de género no es algo exento a las políticas de salud, está integrada en el propio tejido. Es un tema transversal que se aplica a todas las políticas de salud».

A su vez, «a la hora de la planificación, la salud reproductiva se lleva el principal porcentaje de atención porque es el aspecto que mayor impacto ha tenido y mejores resultados obtiene», añade Bulahi. «Pero también porque el mayor porcentaje de los actores son las propias afectadas, y por lo tanto son las primeras que son conscientes de la necesidad de mejorar este aspecto, de crecer y de vincular las dos medicinas, la tradicional y la científica, en caso de ser necesario», asegura.

Todo esto, acompañado de una formación, tanto de los profesionales de la salud como de la población, ha producido una importante mejora de la salud reproductiva, «porque se ha generado una gran empatía entre el personal médico y las mujeres afectadas», afirma la delegada de la RASD.

«Otro elemento importante en esta mejora ha sido la madurez política que han adquirido las mujeres saharauis en rol social que han jugado en todo este proceso», asegura. «Y otro es la dinámica del cambio que ha aportado la incorporación de los cooperantes a al estudio y valoración de la realidad de partida», desde el inicio mismo de los procesos de planificación de las acciones de cooperación internacional.

Y todo ello, en uno de los contextos más difíciles del mundo para hacer efectiva la atención sanitaria. Estos resultados son la prueba de que querer es poder en el campo del desarrollo humano.