- ¿Por qué se ofreció voluntario para la zona de aislamiento?

Soy de los más jóvenes de la empresa. Ante el desconocimiento de lo que era el covid, al principio se trató de proteger a niños y personas mayores. La mayoría de los trabajadores son personas de mediana edad o tienen hijos. Pero si yo me contagiaba, posiblemente, lo iba a pasar como una gripe y no iba a poner a otras personas en peligro, porque además tuve la oportunidad de mudarme a casa de mi pareja desde la de mis padres, ya que ellos y mi hermana son personas de riesgo. En principio iban a ser los quince días de cuarentena, pero acabaron siendo bastantes más.

- Y, como dice el título de su cómic, su vida se puso patas arriba.

Pasé de hacer una vida familiar a que esta fuera absolutamente nula, por el teléfono y ya está. Desde marzo, la siguiente vez que vi a mis padres fue bien entrado el verano. Pero mi familia me dijo que, si yo estaba seguro, que tirase para adelante y que tuviera mucho cuidado. Lo entendían perfectamente y me apoyaron en todo momento.

- En lo profesional, ¿cómo vivió aquellos primeros momentos de la pandemia?

Al principio, yo estaba en el centro de día, pero se suspendió y pasamos a ser solo residencia. Tengo la suerte de que mi empresa fue un pasito por delante, se dividió todo por zonas y se ubicó a los usuarios en función de su vulnerabilidad. Los que estábamos en aislamiento teníamos formaciones todos los días de 4 a 5, repitiendo la puesta y quitada del epi. Atades tuvo una vista muy rápida para preparar todo y que cuando viniera el virus se sufriera lo menos posible. Desde el primer síntoma fuimos para adentro y hasta septiembre me pegué allí. Hemos tratado de llevar a rajatabla los protocolos y he tenido la suerte de no contagiarme. Y ahora ya estoy vacunado.

- ¿Hubo escasez de epis?

En algún momento temimos que la empresa no pudiera darnos, pero en aislamiento siempre tuvimos de todo. Creo que fueron avispados a la hora de suministrase antes de que todo empezase a escasear.

- ¿Supuso alguna dificultad añadida que las personas con discapacidad intelectual mantuvieran los protocolos de seguridad?

La verdad es que pensé que iba a ser más dificultoso de lo que fue. Sí que hubo que hacer bastante pedagogía y repetir las cosas, pero por lo general creo que lo entendieron bastante bien. Lo han llevado mucho mejor de lo que yo pensaba, en ocasiones mejor que los profesionales. Nunca he estado tan seguro de lo fuerte que son las personas como ellos y la paciencia y la autoestima que tienen. En muchas ocasiones deberíamos aprender de los propios usuarios a los que estamos cuidando.

- ¿Cómo se trabaja en esas condiciones, sabiendo que las personas que uno cuida se pueden ir en cualquier momento?

En mi turno no murió nadie, pero estando fuera sí que tuvimos dos fallecidos. Hay quien dice que cuando comienzas a trabajar en un sitio así tienes que saber separar el mundo personal del laboral. En un hospital posiblemente puedas hacerlo porque son pacientes que van y vienen. Pero en una residencia, cuando llevas cinco años cuidando de la misma persona, e incluso conoces a los familiares, es muy complicado. Tienes un sentimiento hacia ellas y lógicamente te apena como si fuese alguien que conoces de fuera. Puede ser muy difícil si esa persona te es muy allegada o te tiene especial cariño, porque hay usuarios que te tienen como persona de referencia y tú no puedes ignorar ese sentimiento.

- ¿Cuántos meses llegó a estar en la zona de aislamiento?

Desde marzo hasta septiembre. Luego salí de allí porque me dieron el puesto de segundo coordinador y me nombraron encargado de la zona de aislamiento y formador de las personas que iban entrando para enseñarles los protocolos y a ponerse y quitarse el epi. Nos vino el primer brote a finales de octubre y a primeros de noviembre me pidieron que volviese a entrar en aislamiento. Superamos ese brote y después de la primera dosis de vacuna nos vino el segundo. En esa ocasión ya no entré en aislamiento porque fue en la zona donde están los más autónomos y ya había gente con formación.

- ¿Cómo le afectó trabajar en unas condiciones emocionales tan duras?

Empecé a tener unos cambios de humor muy feos en casa. Yo mismo me daba cuenta, me enfadaba por cualquier cosa y luego pedía perdón, pero en el momento no lo puedes controlar. Empezaba a sentirme cansado todo el rato. Dormir y trabajar, esa era mi vida, hasta que fui consciente de que posiblemente me estaba pasando factura todo esto y pedí ayuda psicológica al centro. Me la brindaron y me dijeron que intentase mantener la cabeza ocupada y que me obligase a hacer algo que me motivase antes de echarme a la cama. Como mi afición era el dibujo, empecé a hacer el tebeo Con la vida patas arriba.

- ¿Funcionó como terapia?

Yo lo terminé y pedí permiso a mi empresa para poder publicarlo en redes sociales. Me dijeron que sí y eso me motivó, al poder así mantener la cabeza ocupada y que además sirviera para que otra gente pudiese empatizar con lo que habíamos pasado y ser consciente de todo lo que hemos vivido. Cuento mis sentimientos a lo largo de este año, con una viñeta y un pequeño texto de lo que ha caracterizado cada mes vivido, desde el aislamiento hasta la esperanza que nos dio la vacuna y el comienzo de la desescalada.

- ¿Con lo que sabe hoy, volvería a presentarse voluntario para aislamiento?

Sí, sin duda alguna. Lo he pasado mal, como se ve en el cómic, pero no volveré a tener otra oportunidad para aprender todo lo que he aprendido durante este año. De todo sacas algo bueno.

- Probablemente ha salvado vidas.

Probablemente, eso no lo sé. Pero, si es que sí, soy afortunado; yo, y todo el mundo que ha estado trabajando todo este tiempo, sanitarios y no sanitarios, porque también hay que nombrar a servicios domésticos, cocinas… Todo lo que conlleva haberse puesto en riesgo supone un valor añadido. Mucha gente salía a aplaudir a los sanitarios. Pero es que, los sanitarios, sin el equipo de limpieza, no son nada; y un hospital, sin servicio de cocina, tampoco es nada. La lucha contra la pandemia moviliza a muchos sectores que la gente no ve. H