La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) contribuye a la causa saharaui desde los años 90, cuando llegó la comunidad humanitaria a los campamentos. Desde entonces no ha dejado de hacerlo ningún año.

«Desde el punto de vista humanitario, buscamos hacer la vida de los refugiados lo más digna posible. El sistema de salud de los campos de refugiados saharauis prácticamente se sostiene gracias a las aportaciones de la cooperación española» asegura Jaime Iglesias, jefe del Departamento de Emergencia y Postconflicto de la AECID.

«España contribuye también en gran medida a la alimentación de los refugiados», agrega. La ayuda alimentaria es esencial para la población saharaui refugiada, por lo que la AECID focaliza sus actividades en la seguridad alimentaria, siempre atendiendo a las necesidades en las encuestas nutricionales que de forma periódica realizan el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

España también ha impulsado la creación de unos huertos comunitarios que contribuyen a la mejora de la alimentación de la población, muy necesitada de productos frescos, así como de la economía local.

Este proyecto se desarrolla en el campamento de El Aiún, junto con la oenegé aragonesa CERAI. Dicha iniciativa aplica la agroecología en favor de la seguridad nutricional y alimentaria, en especial para familias vulnerables. Estos huertos familiares son gestionados por mujeres.

Por otro lado, y según explica Iglesias, en su papel de líder de la acción humanitaria en los campamentos de refugiados saharauis, nuestro país también se ocupa de la coordinación de los actores humanitarios y de la seguridad de los cooperantes.

«En el campo humanitario estamos acostumbrados a trabajar en contextos complejos», sostiene este funcionario. «En el caso de los campos de refugiados saharauis, hubo varios secuestros de cooperantes en el año 2011, pero desde entonces se ha reforzado la seguridad. La oficina humanitaria de la AECID, de hecho, trabaja en otras áreas geográficas mucho más inseguras, como Malí», afirma.

«Más que una dificultad, trabajar en los campos de refugiados saharauis implica la peculiaridad de que estamos en un terreno yermo, en pleno desierto, que presenta pocas posibilidades de futuro», valora.