En el ciberespacio hay un lugar para la cultura de la solidaridad. En la era digital hemos sido testigos de eventos que han activado la empatía y movilizado a los usuarios de internet: atentados terroristas, catástrofes naturales, la inmigración, enfermedades, personas desaparecidas, defensa de colectivos excluidos, acciones medioambientales, entre otros. Emmanuel Mounier indicaba que hay personas que «tienen el hábito de ver todos los problemas humanos desde el punto de vista del bien de la comunidad humana». La clave de la solidaridad es el reconocimiento del otro y de sus dificultades. En la red, la solidaridad puede ser global.

La ciudadanía ha tomado el protagonismo en la llamada por Manuel Castells «sociedad red». Las redes sociales viralizan realidades complejas: personales o colectivas. Los medios de comunicación transforman estos hechos en noticia; en otras ocasiones las noticias están en la movilización on line. Movimientos sociales y organizaciones del tercer sector tienen en internet una presencia cada vez más profesional, sistemática, interactiva, transparente y activa; ampliando su grado de difusión y de acción con la finalidad de mejorar la calidad de vida de personas excluidas. Internet facilita estas actuaciones a través de plataformas on line para que las personas tengan la capacidad de denunciar, conectarse, compartir información, organizarse y exponer soluciones. Crear comunidades virtuales como vía para el empoderamiento y el diálogo con el poder.

Las empresas no son ajenas a esta sociedad hiperconectada porque las promueven desde una perspectiva económica. Identifican clientes y partes interesadas. Ahora bien, están aprendiendo a escuchar a sus públicos y sus exigencias: mejores productos o servicios, identificación de la trazabilidad de los procesos, responsabilidad social, reputación y compromiso con un desarrollo sustentable en el sector industrial.

La tecnología es cada vez más accesible, aunque persiste la brecha digital. Los programas informáticos y las aplicaciones facilitan cada vez más la publicación de contenidos, la incorporación de contenidos multimedia, la inmediatez, la hiperconectividad o la movilidad; esta última facilitada por la tecnología móvil. La dimensión local o global desaparece en el ciberespacio: son las personas, con sus preocupaciones y causas, la que constituyen la clave de un mensaje global.

Sin embargo, ¿es sustentable y solidaria la tecnología que utilizamos? Dos cuestiones claves. Primero, en tiempos de big data hay que estar alerta sobre el uso que las grandes empresas de la comunicación o plataformas digitales hacen de nuestros datos. Las claves de sus modelos de negocio están en aquello que compartimos. Segundo, avanzar en el uso de una tecnología libre de conflicto (tecnologialibredeconflicto.org) para romper los vínculos entre tecnología, explotación y violencia. Una movilización en la propia sociedad red que se concrete en una adquisición sensata de dispositivos electrónicos, reciclando los viejos y alargando la obsolescencia: crear conciencia de una tecnología responsable.