Lidia Lozano tiene 90 años y lleva casi dos viviendo en una residencia del centro de Zaragoza. Ha pasado toda su vida dedicada a la agricultura en un pequeño pueblo de la provincia, Munébrega. Tras quedarse viuda y el fallecimiento de su único hijo, tomó la decisión de trasladarse a la residencia para recibir una atención y cuidados más específicos. Pero Lidia no está sola: desde el pasado mes de octubre le han salido dos nietos nuevos, Arturo y Miguel, que decidieron adoptarla.

Ambos son voluntarios del proyecto Adopta un abuelo, un programa intergeneracional de compañía para la tercera edad que se lleva a cabo en residencias. El proyecto aporta beneficios a todas las partes: por un lado, los mayores se sienten escuchados, acompañados y queridos; y por otro, los más jóvenes aprenden de ellos, formándose en los valores del voluntariado.

Arturo y Miguel tienen 19 años y son estudiantes universitarios. Conocieron el programa a través de un amigo que les propuso apuntarse juntos a hacer voluntariado. Desde entonces, son los nietos adoptivos de Lidia: «El sistema está muy bien organizado. A principio de curso, en septiembre, organizan una sesión de presentación con todos los voluntarios y mayores para que nos vayamos conociendo. Luego asignan dos voluntarios a cada abuelo o abuela», explica Miguel.

El proyecto nació a raíz de una experiencia personal de su fundador, Alberto Cabanes. En una de las visitas a la residencia de su abuelo, conoció a un amigo de este, Bernardo, que no tenía descendencia. Durante unas navidades, Alberto se enteró de que Bernardo había pedido en la carta a los Reyes Magos algo muy singular: un nieto. Así que, sin pensárselo dos veces, le llevó los papeles de la adopción, cumpliendo su deseo y ganando un abuelo más.

En el 2014, y tras una experiencia piloto, se constituyó oficialmente el programa. A día de hoy, Adopta un abuelo cuenta con más de 700 voluntarios repartidos en 34 ciudades de España y Portugal. En cada provincia hay un embajador que coordina su territorio. «En Aragón son 40 los jóvenes que acompañan a sus mayores adoptados en las residencias Orpea de Zaragoza y Monzón», explica Rebeca López, directora de operaciones de Adopta un abuelo, y adelanta que «a partir de septiembre, con el inicio del curso, colaboraremos con otros diez centros más de las tres provincias aragonesas para instaurar el programa».

Compromiso

La ilusión que mueve a Adopta un abuelo es la de socializar con los mayores con instrumentos tan sencillos como son el cariño y la compañía para que se sientan animados y queridos. La selección de mayores se hace teniendo en cuenta su grado de deterioro cognitivo, falta de socialización y grado de dependencia, y se le asignan dos voluntarios durante nueve meses.

«Tú, como voluntario, eliges cuándo venir, como mínimo te comprometes a hacerlo una vez a la semana. Nosotros normalmente lo hacemos los jueves, pero podemos venir de visita siempre que queramos. Muchas veces venimos a estar con ella la tarde entera pero, si por ejemplo estamos de exámenes o algo así, intentamos pasarnos aunque sea a darle un besico», señala Arturo.

La residencia organiza multitud de actividades diarias para los mayores, desde musicoterapia o bingo hasta el encierro de San Fermín. Lidia intenta participar en todas las actividades, pero para ella no hay nada como sus nietos: «Me tienen loquica… yo les digo cosas de abuela, como que estudien, sean buenas personas y trabajen. Aunque no lleven mi sangre, les quiero como si fueran míos», dice mientras farda de «lo guapos que son». Durante las tardes, los tres se reúnen a charlar: «Los ratos que pasamos con ella son muy entretenidos, es muy divertida. Cuando nos juntamos hablamos mucho, nos dice cómo le ha ido la semana, qué ha hecho, y también nos habla de las cosas que ha pasado en la vida», cuenta Miguel, y Arturo añade que «es la abuela perfecta».

El programa intergeneracional tiene una clara repercusión en la salud y esperanza de vida de las personas mayores que participan en el programa. Cada seis meses se realiza un test para comparar con el estado inicial y evaluar el impacto que tiene el programa en el desarrollo del abuelo. El último estudio realizado (abril del 2018) revela que el nivel conductual de los abuelos aumenta un 10% su puntuación después de participar en Adopta un abuelo. Se aprecian mejoras en casi todas las conductas medidas, especialmente a la hora de «compartir su vida» así como al «demostrar compromiso» o «manifestar conductas de agradecimiento».

¿Por qué participar en el programa? «El tiempo libre que les dedicas, vale la pena por la ilusión que les hace a ellos y por el cariño que recibes tú», asegura Arturo. «Por perder no pierdes ni tiempo, porque es tiempo invertido. Tú vas a ganar y la otra persona también», añade Miguel.

Adopta un abuelo ha recibido en su aún corta andadura prestigiosos premios nacionales e internacionales. Durante el año 2015, el programa participó en la aceleradora de start ups Lazarus, un accésit a la innovación social, lo que según Alberto Cabanes supuso un antes y un después en la manera de emprender y ejecutar el proyecto. Ese mismo año ya se alzó con el galardón Proyectos que transforman la sociedad que otorga la firma KPMG, obteniendo con ello el primer apoyo financiero. Posteriormente obtuvo el premio Deloitte en materia de emprendimiento social. Alberto Cabanes, fundador del proyecto, fue galardonado en el Certamen Nacional de Jóvenes Emprendedores y nombrado Global Fellow 2018, junto a otros 19 jóvenes de todo el mundo por la contribución y el impacto mundial de su programa.