Son Inés Polo, Ana Ruiz y Montse Sanz, tres mujeres de Zaragoza de cuya vinculación personal y/o profesional con la agencia de adopciones internacionales Namasté surgió también su faceta más solidaria. Es la oenegé aragonesa Kumara Infancia del Mundo, que lleva años promoviendo programas de cooperación al desarrollo en India y Nepal, países de procedencia de tantos menores sin familia a quienes les han conseguido una nueva en España.

Acaban de regresar de esos dos países asiáticos, a donde acuden periódicamente para supervisar la marcha de los proyectos que ejecuta Kumara. Muchas de esas acciones se sostienen gracias a la financiación de distintas administraciones públicas aragonesas, desde el Ejecutivo autonómico hasta la Diputación Provincial de Zaragoza, pasando por ayuntamientos como los de Urriés y Monzón o comarcas como la Hoya de Huesca.

Entre todas las visitas, una de las que más satisfacciones les ha proporcionado es la realizada a la comunidad Nawabupeta, en la paupérrima región india de Andhra Pradesh. Allí han podido comprobar en persona la buena marcha del programa Acceso a un Hábitat Digno, dentro del cual se están levantando veinte viviendas para mujeres dálits, esto es, pertenecientes al escalafón más bajo en el sistema social indio de castas, literalmente los intocables.

El proyecto cuenta con financiación del Gobierno de Aragón, el ayuntamiento y la Diputación Provincial de Huesca, la Fundación Ibercaja-CAI y los socios y donantes de Kumara.

Algunas de esas casas ya están terminadas, y las tres zaragozanas participaron en su inauguración. «Las mujeres estaban radiantes, felices y muy agradecidas y tuvimos la sensación de la fuerza que tienen los pequeños proyectos a la hora de cambiar la vida de las personas», relata Ana Ruiz. «Fue muy emotivo. Antes estaban viviendo en la calle. Lloraron mucho de emoción», agrega Montse Sanz.

Si enviudar ya es de por sí una apisonadora para los derechos de las mujeres en la India, aquellas que pertenecen a la casta dalit lo tienen todavía más complicado, ya que sufren una triple discriminación: por cuestión de género, por ser pobres y por pertenecer al estrato social más bajo. Por eso, las veinte que casas que construye Kumara son preferentemente para mujeres dálits cuyos maridos hayan fallecido, todavía más vulnerables que las demás.

Es el caso de Rajeswari, viuda y con dos hijos, que se vistió con su mejor sari para el día de la inauguración de su casa, y obsequió a las tres aragonesas con collares de flores y fulares. Es además una de las beneficiarias del taller de costura que Kumara realizó en el 2018, lo que le ha permitido dejar de trabajar en el campo y ganarse mejor la vida como costurera.

En cambio, Usha Sri es una de las beneficiarias que todavía sigue casada. Gracias a Kumara, su familia tiene la oportunidad de darle educación a sus hijos. Aunque su casa no estaba totalmente terminada, le hacía ilusión que Montse la inaugurara. Según cuenta Ana, el marido «estuvo todo el rato en un segundo plano porque entendía que ella era la protagonista».

Y es que todas estas viviendas serán registradas a nombre de las mujeres de la familia, y no podrán ser vendidas o cambiadas de propietario mientras ellas vivan. Dotarles de una propiedad es una manera de «empoderarlas dentro de la sociedad, revirtiendo los roles de control y poder de la sociedad patriarcal», apunta Montse.

Un empoderamiento que se verá reforzado por dos cuestiones que, en sociedades como la aragonesa, casi todos damos por hecho: tener un techo bajo el que dormir y cuarto de aseo. Así, estas mujeres dálits evitarán arriesgar sus vidas, su salud y su integridad sexual saliendo a orinar al campo por la noche.