El día 23 de marzo a las cuatro de la madrugada, mientras todos dormían, las milicias atacaron a un pueblo entero de etnia fulani: Ogossagou, en Mopti, en el centro de Mali. Los atacantes, de la etnia bambara, son conocidos tradicionalmente como dogones y son integrantes de una milicia antiyihadista. Fuertemente armados, calcinaron y mataron a 177 personas inocentes. Las víctimas de este pueblo humilde dedicado al pastoreo y a la agricultura incluyen a niños, mujeres y ancianos. Ha sido el ataque más sangriento y atroz sucedido en Malí en los últimos años.

El presidente del país, Ibrahim Bubacar Keita, despidió y reemplazó a dos generales y disolvió una milicia antiyihadista por este acto. La matanza interétnica tuvo lugar menos de una semana después de un asalto mortal por parte de los yihadistas a un puesto del ejército en el que murieron al menos 23 soldados, también en la región central de Malí. Ese ataque fue reivindicado por una filial de al Qaeda.

Los yihadistas han tratado sistemáticamente de explotar el sentimiento de persecución entre los fulani, cuya forma de vida pastoral y seminómada a veces los pone en conflicto con agricultores más asentados como los dogones.

Para denunciar este hecho y pedir la paz en Malí, la asociación Red Africauga de Zaragoza convocó una concentración el pasado 14 de abril en el edificio Paraninfo. Decenas de personas, en un sentido manifiesto, pidieron «a los Estados y a las organizaciones no gubernamentales que no se olviden de Malí y que fomenten un entorno de paz», así como «que ayuden a responder a la gravísima situación humanitaria en el país».

Este ataque ha sido el peor de los últimos tiempos sucedidos en Malí, aunque es algo que se temía dada la situación: en lo que llevamos de 2019 han muerto más de 500 personas, producto de la inseguridad, el aumento de las operaciones militares y la violencia. Además, se han registrado 87.000 desplazados internos en el primer trimestre de este año.

«La situación humanitaria empeora cada día, por ello no queremos dejar de pedir al mundo, a Europa, a España, que amplíe la mirada, que no sea indiferente a lo que pasa en África, a lo que pasa en Malí, a lo que pasó en Ogossagou. Que no nos acostumbremos a que una masacre como la que pasó el 23 de marzo y en la murieron 177 personas, no nos mueva en lo más mínimo», denuncian desde Red Africagua.

Por su parte, la Asociación Maliense apunta a la tolerancia que el Gobierno ha mostrado con todo tipo de milicias llamadas de «autodefensa» que protegen los intereses de tuaregs, peuls, agricultores o pastores, una tolerancia que a veces es mera connivencia cuando el gobierno usa a unas milicias contra otras.

La región de Mopti fue durante todo el año pasado escenario de choques intermitentes entre los grupos tuareg rivales o entre los cazadores y los pastores por el control de la tierra, y por razones religiosas ya que los cazadores acusan a los peul de tener vínculos con los grupos yihadistas locales.

«Sin duda alguna, Ogossagou, nos duele en lo más profundo, lo compartimos, más allá de nuestras etnias, del país en el que nacimos, del color de nuestra piel. Nos duele pues ha sido un ataque contra la vida, de la manera más cruel posible», sentencia el manifiesto que leyeron decenas de africanos durante el acto.