-¿Cómo se adentró en el mundo de la delincuencia?

-Estoy en el mundo de la delincuencia desde muy pequeño. Mis amigos del barrio entran en prisión antes que yo. Allí es dónde conocen gente y se hacen contactos desde Valencia en la red del tráfico de heroína. A los 15 años ya estaba vendiendo droga. Después, mis amigos empezaron a robar. Yo conducía muy bien y ellos me querían para las huidas. Llega un momento que la Policía me persigue tanto con la venta de la heroína que me pasé con ellos a robar bancos. Y a parte ya nos estábamos drogando. El consumo era muy fuerte y necesitábamos dinero.

-¿Por qué ingresó en la cárcel?

-Yo entré tarde a la cárcel, a los 23 años, en el año 1984. Empezamos a dar golpes importantes. La droga se empezó a mover en todos los barrios. El grupo se va reduciendo tanto que formas parte de él, no puedes salir. Yo entraba y salía de prisión. Todos los que estaban dentro eran amigos míos. Por ese entonces lo máximo que estuve fueron seis meses. Cuando salí, me enganché mucho más a las drogas, y todo se fue derrumbando como en un efecto dominó.

-¿Cuanto tiempo estuvo en prisión?

-Me condenaron a veinticinco años de prisión por delitos de atraco a entidades bancarias. Al agredir a un jefe de servicios en la cárcel de Ciudad Real se me aplica el artículo 10. Viajé por toda España de prisión en prisión en primer grado. Luego llegué a Zaragoza, donde me hicieron una revisión y me pasaron a segundo grado. Antiguamente existían las redenciones que consistían en la aplicación de beneficios por tus trabajos y estudios, lo que me llevó a pagar el total de mi condena en doce años y medio. Salí en el año 1999 de Daroca e ingresé en el 2001 en Torrero, y de allí nos trasladaron a la cárcel de Zuera. Debido a mi drogadicción se me ofreció la oportunidad de ingresar en un centro de toxicómanos. Volví a ingresar en el año 2010. Si a una persona le ofreces trabajo para poder ganarse la vida no delinque. Pero para ello tiene que haber trabajo y no siempre te dan la oportunidad.

-¿En qué momento se dio cuenta de que tenía que dejar esa vida?

-En todos esos años yo no me doy cuenta en ningún momento. Sí hubo un momento decisivo, que fue cuando conocí a Estela Millán y a su grupo. Ellas comenzaron a hacer talleres de reiki en la cárcel. Para mi el silencio es cuando ella empezaba a hablar. El reiki fue lo que me cambió todo por dentro. Escribí una historia a la que le titulé El Perdón, que versa sobre perdonarte a ti y perdonar a los demás. Acepté que yo era así por las cosas que había pasado en mi vida y usé esos talleres para mejorar por dentro.

-¿Cómo es la vida después de la cárcel?

-Difícil, nada es lo que parece. La crisis afectó a muchas empresas, por lo que no había trabajo y sin dinero es muy difícil sobrevivir. Lo primero te llevas una decepción, pero luego te animas porque la gente te intenta ayudar. Los últimos años en la cárcel me dediqué a estudiar, a mejorar mi escritura, porque no conocía ni las reglas ortográficas, casi no he ido a la escuela. En Zuera, a través de Cruz Roja, se implantaron unos talleres de escritura, lo que me llevo a escribir y seguir estudiando. Gracias a Estela Millán conocí a personas importantes en el mundo del autoconocimiento, como Javier Iriondo, Cristina Soria, David Barba o Fidel Delgado. Todos ellos nos visitaron en prisión y nos proveían de infinidad de libros.

-¿A qué se dedica ahora?

-Estoy en la Fundación Primeros Pasos a la Libertad (Pripali) apoyándoles con recursos de los internos que solicitan nuestra ayuda y por supuesto con Estela Millán en hospitales y en todos los sitios en los que ella implanta sus conferencias. Intento ayudar en lo que puedo.

- ¿Cómo le ayudó Pripali?

-Gracias a ellos comencé a disfrutar de mis primeros permisos, ya que se hacían responsables de mí, por ejemplo, viniendo a recogerme al salir de permiso, dándome vivienda y responsabilizándose de mi reingreso. Con ellos accedí al tercer grado y a la libertad. Por este motivo estoy en la fundación, pienso que hacen una labor muy importante. Todos los años que pasas en prisión generan muchas perdidas y son muchos los compañeros que han perdido a su familia y no tienen ninguna ayuda. Se tarda unos tres meses en cobrar la excarcelación y es imposible vivir sin apoyo económico. Pienso que por ello una gran mayoría vuelven a prisión, antes incluso de llegar a cobrar la ayuda. Estamos centrando nuestros proyectos en la reeducación para la vida laboral de los internos que salen de prisión, y que no vuelvan a delinquir para poder sobrevivir.

-¿Cree que todo el mundo se puede reinsertar?

-Yo pienso que todo el mundo puede recuperarse, lo que pasa es que tienen una coraza infranqueable y el sistema no ayuda en absoluto. Cuando perdí a mi padre le eché la culpa a Dios, cuando perdí a mi madre me eché la culpa a mí. Tuve que perder a toda mi familia para verme realmente solo. Hasta tuve que perder la libertad para encontrarme a mí mismo. Si yo no los pierdo a todos ellos, yo sigo entrando y saliendo de prisión. Si no llegas al fondo, no optas por un cambio. Desde el fondo ves la realidad y te das cuenta de que ya no tienes nada, y ni siquiera te conoces, no sabes ni quién eres, te das cuenta de que no tienes estudios, ni recorrido profesional, ni nada. Cuando sales vuelves a cometer actos delictivos porque te encuentras fuera de sitio y no sabes hacer otra cosa.

-¿Cree que la sociedad y las instituciones ayudan en la reinserción?

-Es un mundo muy complejo. En instituciones penitenciarias te encuentras con personas de todo tipo: con carreras, con cultura y personas sin estudios, pero en definitiva allí no sigues recibiendo ninguna educación ni reinserción. Es una situación difícil de cambiar. Tiene que ver también con quién gobierna. El único cambio o avance que notas en instituciones penitenciarias es la marca de papel higiénico, del champú o de las cuchillas de afeitar que te dan para todo el mes, según quién gana las elecciones. Se encuentra más ayuda en fundaciones o asociaciones y en las personas que han tenido problemas y han decidido ayudar a otras por altruismo. Aquí es donde te llevas muchas sorpresas, ya que al igual que tú no tienen ninguna economía para poder ayudarte, pero te muestran todo su cariño y comprensión. No todo se arregla con dinero.