Estas serán las primeras elecciones generales que se celebren en un mes de abril, pero no será la primera vez que la cita con las urnas llegue antes de tiempo. En nuestra historia democrática, lo extraño es que los presidentes agoten las legislaturas. De las 13 elecciones generales que se han convocado, sin contar la repetición del 2016, siete han sido anticipadas. Las crisis internas y la debilidad parlamentaria han sido los dos motivos más repetidos para adelantar los comicios. Y Pedro Sánchez se ha inclinado por el segundo para poner fin a una legislatura que, una vez más, no agotará sus cuatro años. Pero hay una tendencia que sí aspira a revertir: ninguno de los presidentes que ha convocado elecciones anticipadas ha mejorado su resultado en las urnas.

La legislatura constituyente de 1977 apenas duró poco más de un año. Fue el tiempo que los parlamentarios necesitaron para redactar una Constitución que incluía que, tras ser aprobada, Adolfo Suárez tenía que dimitir o convocar elecciones. El resultado del referéndum constitucional hizo que optara por lo segundo y venciera con 168 diputados.

El primer presidente que adelantó las elecciones fue Leopoldo Calvo Sotelo, de UCD, a quien las crisis internas y escisiones en su partido pusieron fin a su mandato un año antes. Calvo Sotelo se había convertido en presidente dos días después del intento de golpe de estado del 23F y tras la dimisión de un desgastado Suárez. La primera legislatura fue, junto con ésta, la única que tuvo dos presidentes. Calvo Sotelo arguyó como motivos para el adelanto la situación de débil minoría parlamentaria de su Gabinete, que exigía “pactos difíciles y artificiales”. Pese a que pidió a los españoles mayoría para “continuar con la tarea”, los comicios de 1982 dieron comienzo a 14 años de hegemonía del PSOE. Y de adelantos electorales continuos.

GONZÁLEZ Y ZAPATERO

Salvo la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, todas las que tuvieron a un presidente del PSOE acabaron antes de tiempo. Felipe González las adelantó todas y fue perdiendo diputados en cada cita con las urnas. En 1986, el Ejecutivo había salido reforzado del referéndum de permanencia en la OTAN y González quiso repetir el éxito. Reeditó la mayoría absoluta (184 diputados), pero se dejó 18 escaños por el camino. En 1989 volvió a convocar siete meses antes de lo previsto. Los buenos resultados de los socialistas en las europeas tentaron al presidente, que por primera vez se medía con el recién elegido líder del PP, José María Aznar. Volvió a perder diputados, hasta 9, y se quedó a solo uno de una mayoría absoluta que sí tuvo de facto durante la legislatura, gracias a la ausencia de los diputados de Herri Batasuna.

En 1993 adelantó los comicios cuatro meses y tuvo que desdecirse de sus continuas promesas de que agotaría la legislatura. Su argumento fue poner fin al “clima de crispación” contra su Ejecutivo. Pero casi pesó más la crisis interna de su partido. Alfonso Guerra había dimitido dos años antes y el PSOE seguía fracturado entre “guerristas” y “reformistas”. Los comicios adelantados los hicieron caer a 159 diputados y necesitaron de CiU para mantener el gobierno. La corrupción o los GAL asediaban al PSOE y en 1996 los convergentes tumbaron los presupuestos de González, que se vio abocado a adelantar una vez más las elecciones. Las urnas volvieron a quitar escaños a los socialistas, y esta vez también el Gobierno: 141 frente a los 156 de Aznar.

AZNAR Y RAJOY

Los presidentes del PP agotan las legislaturas. O lo intentan. Aznar llegó al final de sus dos mandatos y Mariano Rajoy trató de hacer lo mismo, pero se le cruzó una moción de censura. En el 2011, Zapatero rompió con 15 años sin anticipos. Una crisis económica que había negado demasiadas veces y el grito de ‘no nos representan’ en las plazas acabó por empujar al presidente a disolver las Cortes siete meses antes. Como todos los que adelantaron comicios, empeoró su resultado. Tanto que el PSOE sufrió su mayor caída en votos y escaños, pese a que por entonces la tarta electoral seguía repartiéndose entre dos.

La llegada de nuevos colores políticos trajo un parlamento que parecía ingobernable y que provocó que por primera vez tuvieran que repetirse las elecciones. Arrancaba en el 2016 una legislatura que, también por primera vez, ha albergado a dos presidentes de distinto partido político. Pero una vez más, acaba antes de que lo previsto.