La Junta de Andalucía decidió, en el 2017, potenciar la enseñanza del ajedrez en las escuelas de la comunidad. Quizá sea un poco pronto para atisbar algún impacto de esa presencia que se quiere transversal en todos los estudios, aunque síntomas hay. Y si no, basta con ver los movimientos en la política andaluza tras las elecciones del pasado 2 de diciembre. En las últimas jornadas, todos los actores implicados han lanzado ofensivas con el objeto de poner en jaque al rival.

Verbigracia, si la catalana nacida en Andalucía Inés Arrimadas fue una de las grandes animadoras de la campaña electoral, cabe atribuir ahora este rol, ni que sea de manera pasiva, al francés nacido en Barcelona, y candidato a la alcaldía catalana, Manuel Valls. Su oposición a un pacto entre Ciudadanos, que le cobija y lo potencia en su carrera electoral, y Vox mereció el sábado la respuesta chulesca de Vox, un ‘si no quieren pactar, ya nos veremos en las urnas’. Más allá de su belicoso tono habitual, no exento de xenofobia (Santiago Abascal tildó al exprimer ministro de «ventrílocuo francés» y «el francés de Cs»), y que en el fondo daba la razón al propio Valls, el partido ultra puso sobre la mesa una evidencia y no es otra que si se quiere desalojar al PSOE ocupando el palacio de San Telmo, sin repetir convocatoria electoral, PP y Ciudadanos deben de contar con ellos.

Estos dardos en la trinchera de las tres derechas fueron aprovechados por el PSOE andaluz, quien, vía la secretaria de Política Municipal, María Jesús Serrano, animó al partido naranja a «hacer caso a voces autorizadas» de su partido o de sus «colegas europeos» como Valls, quien «ya ha dicho que tienen que poner freno a la ultraderecha».

Serrano también aconsejó al presidente de Cs, Albert Rivera, que «no diga una cosa en Europa», donde «dice que Vox es populista», y «otra en España y Andalucía», donde «están permitiendo que se blanquee la ultraderecha». Insistió en remarcar que populares y naranjas suman 47 diputados en el Parlamento andaluz, cuando la mayoría absoluta está en 55 escaños, por lo que ambos partidos están desarrollando una «farsa», porque «están intentando demostrar que tienen un acuerdo cuando en realidad no suman para que ese acuerdo sea posible si no es con Vox».

Este último partido, según ha abundado la representante socialista, está ahora «reivindicando su sitio y pidiendo que no lo ninguneen y que pongan en marcha la agenda política que llevaban en el programa electoral», y están avisando de que «no están dispuestos a ceder sus votos sin nada a cambio».

¿Y por qué el PSOE y Vox mueven ahora sus alfiles? Básicamente porque el núcleo central opositor a Susana Diaz, PP y Cs, se halla en puertas de cerrar el pacto programático de Gobierno. Este domingo acabaron de pormenorizar su acuerdo en relación al bloque de regeneración democrática.

Se trata de uno de los tres bloques --conformado en este caso por 23 puntos-- de los que consta dicho acuerdo programático, dado que los otros dos tienen que ver con medidas de reactivación económica y fiscales, y de políticas sociales. Se abordarán 21 medidas en los 100 primeros días y más de 90 a lo largo de toda la legislatura, según los datos que han dejado caer los partidos en liza. Cerrado el programa, lo que tocará será ponerse «a hablar» de la Mesa del Parlamento y el propio Ejecutivo autonómico.

Más de 20 días después de la contienda, la pregunta sigue siendo si el 2 de diciembre supuso el jaque mate a la carrera política de Susana Diaz. Todas sus esperanzas de hacer un pedro sánchez es decir, de recuperarse de un fuerte revés a dos manos, pasa porque no fructifique el pacto de las tres derechas.