Al tirano, cuando tiene petróleo, no siempre se le combate. A veces se le corteja. Mientras con el iraquí Sadam Husein José María Aznar optó por la vía bélica, en su relación con el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, ha apostado por la pacífica. El envío de dos buques de guerra a la excolonia africana en "visita de cortesía", abortado el jueves por las protestas de la oposición guineana, evidenció el clima de entendimiento entre Madrid y Malabo.

El giro de la política exterior respecto a Guinea Ecuatorial forma parte de la estrategia de Aznar de recuperar el protagonismo en la excolonia frente a las posiciones de ventaja que han tomado EEUU y Francia. En los presupuestos generales del 2004, el Ministerio de Asuntos Exteriores destaca entre sus objetivos prioritarios: "España mantendrá una especial atención a las relaciones y cooperación con Guinea Ecuatorial y ciertos países de la zona debido a su peso económico y político".

"Diálogo crítico"

Fuentes diplomáticas españolas definen la relación con Guinea como un "diálogo crítico", en el sentido de que los derechos humanos siempre están en la agenda. Sin embargo, lo que prima en la práctica es el dinero. El próximo mes, el titular de Exteriores guineano, Pastor Michá, sellará en Madrid con su homóloga, Ana Palacio, la creación de una comisión mixta que regulará los programas de cooperación. Estos incluyen una generosa condonación de deuda por parte de España y cursos de especialización a soldados ecuatoguineanos. La estrategia ha comenzado a arrojar frutos: en septiembre pasado, el régimen de Obiang aprobó la entrada de Repsol en el negocio petrolífero de Guinea. En concreto, autorizó la adquisición por la compañía española del 25% de la concesión que tiene la estadounidense Vanco para la explotación del yacimiento de Corsico Deep. Otro 25% lo compró la canadiense Nexen.

Pese a que el presidente de Repsol, Alfonso Cortina, estuvo en junio del año pasado en Malabo y proclamó su interés en participar en el negocio petrolífero guineano, la operación de Corsico Deep se ha mantenido en cierto secreto.

Aznar ha evitado intercambiar visitas oficiales con Obiang, en un difícil ejercicio de equilibro entre los intereses económicos, por un lado, y las obligaciones morales de España para con la oposición guineana, por el otro. Sin embargo, ha recibido tres veces al dictador en la Moncloa aprovechando la presencia ocasional de éste en España: en una escala de su viaje a Libia (marzo del 2001), tras su asistencia al 2º Congreso Iberoamericano de la Lengua en Valladolid (octubre del mismo año) o durante su presencia en la Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, celebrada en el 2002 en Madrid.

En un escalón más bajo de la jerarquía, la visitas bilaterales no han cesado en los últimos tiempos. En noviembre, la ministra Palacio cursó la primera visita a Malabo de un jefe de la diplomacia española desde 1987, cuando el socialista Francisco Fernández Ordóñez se entrevistó con Obiang en un clima de imparable enfriamiento de las relaciones a causa de las continuas y flagrantes violaciones de los derechos humanos en el país africano.

Hasta las elecciones

En el encuentro de Palacio con Obiang, éste reiteró su invitación a Aznar para que viaje a su país, y pidió la visita "de cortesía" de buques militares españoles. La primera demanda no ha sido satisfecha, y es difícil que lo sea a estas alturas. La segunda sí se atendió, pero, ante las protestas de la oposición guineana, los dos gobiernos acordaron suspender la visita militar hasta después de las elecciones legislativas en la excolonia. El objetivo del dictador es mostrar que cuenta con respaldos poderosos, según fuentes diplomáticas.

Ayer, José Luis Rodríguez Zapatero exigió la "comparecencia urgente" ante la Diputación Permanente del Congreso del ministro de Defensa, Federico Trillo, para explicar el frustrado envío de tropas. El líder socialista calificó el hecho de "suceso un tanto extrano".