Una completa sorpresa. Los salmantinos que ayer por la mañana se desplazaron al casco antiguo de la ciudad descubrieron con asombro que, sin previo aviso, el Ayuntamiento había empezado a vallar el perímetro del Archivo de Salamanca. Oficialmente, el vallado obedece a la necesidad de "reparar las baldosas del suelo", pero la orden de acordonar el Archivo coincidió con la reiteración, por parte del alcalde de Salamanca, Julián Lanzarote (PP), de que "ningún papel" saldrá de la capital charra, "lo diga quien lo diga".

La luz verde dada por la ministra de Cultura, Carmen Calvo, para que los papeles de la Generalitat republicana sean restituidos en breve puede topar así con un obstáculo físico. Las vallas metálicas que los operarios municipales procedieron a colocar ayer, convenientemente tapadas con lona verde, tapan casi por completo el edificio donde está situado el Archivo de la Guerra Civil. Al él se puede seguir accediendo a pie, pero resultaría imposible que una furgoneta o un camión dispuesto a cargar con los 507 archivadores que guardan los legajos catalanes pudiera aproximarse.

El portavoz del PP en el ayuntamiento, Fernando Rodríguez, quiso restar ayer importancia al asunto y en ningún momento admitió que se tratara de una medida para preservar los legajos. Por el contrario, ofreció la siguiente explicación: "El consistorio tiene la obligación de conservar los viales de esta ciudad y los servicios municipales comprobaron que existen losas que se mueven, con el consiguiente peligro para los transeúntes, por lo que se debe reparar la zona".

Rebelión vecinal

Las quejas de los vecinos no se han hecho esperar, aunque no por la sospecha de que la actuación de los operarios municipales obedezca a un intento desesperado del alcalde de retener los documentos de la Generalitat.

El presidente de la asociación de vecinos del Barrio Antiguo, Luis Delgado, mostró su malestar porque, con estas vallas, ha quedado "aislada la sede del Patio Chico", un espacio situado tras la catedral en el que el 2 de enero está previsto un encuentro de tamborileros. Y Lanzarote puede enfrentarse a una rebelión vecinal si ese día el patio sigue inaccesible.