José María Aznar vuelve a acomodarse frente al foco mediático, fortalecido por el liderazgo de su ahijado Pablo Casado y convencido de que sus tesis calarán en la renovada cúpula del PP. Aterrizó en Barcelona para presentar su nuevo libro ("El futuro es hoy", Editorial Península, de Planeta) y aprovechó la cita para ahondar en la campaña de los conservadores para erigirse con la bandera del centroderecha. Pero Aznar, a diferencia de otros dirigentes populares, no obvia competidores y sumó a Ciudadanos y a Vox en este espectro ideológico, mientras desde Catalunya, Alejandro Fernández se encarga se barrerlos hacia la socialdemocracia para dibujar su liderazgo como una solución a la desolación.

"Está troceado en tres. Nos gustará más o menos pero es una realidad", aseveró Aznar, ante la atenta mirada del nuevo líder catalán sentado en primera fila, flanqueado por su fiel mano derecha Daniel Serrano, el exdelegado del Gobierno, Enric Millo, y el exministro Jorge Fernández Díaz.

Rebelión y golpismo

El expresidente del Gobierno blindó la Constitución, a pocos días de cumplir su cuarenta aniversario, como garante del orden liberal, "como la solución y no el problema de este país", y con especial acento en el papel de la Monarquía. Unos principios que, si son truncados, sostiene que allanan el camino al "gran desastre", al "desorden" y a la "pérdida de oportunidades". La causa de todos los males, diagnosticó, la ausencia de Carta Magna, un texto que llamó a fortalecer y proteger, además de revalidar allí donde se quiebre. "Nuestra primera obligación es el restablecimiento del orden constitucional", apostilló, una cuestión que cree que se dirimirá en las urnas en las próximas elecciones generales. "Los españoles deberán decidir si se mantiene o desaparece", censuró, y rezó para que eligieran "lo correcto".

Arrinconó al PSOE y, concretamente al Gobierno de Pedro Sánchez, acusándole de "dejar de ser constitucionalista" -al retirar su "compromiso" de "no mirar atrás y garantizar la pluralidad política"-, y por gobernar "apoyado por la extrema izquierda admiradora de Venezuela e Irán y los secesionistas", a quienes avisó de que "penalmente a lo ocurrido se le llama rebelión y, políticamente, golpismo".

Josep Piqué le custodió como telonero. Una fotografía que, sentados frente a frente, trasladó al público a aquellos años en que el expresidente le confió el ministerio de Industria y Energía (1996-2000), la portavocía de su Ejecutivo (1998-2000), la cartera de Asuntos Exteriores (2000-2002), y el liderazgo de Ciencia y Tecnología (2002-2003). Ministro de muchas cosas, resumió Aznar.

Repasaron juntos los cimientos de la cuarta revolución industrial, proclamaron que el desorden mundial se impone cuando se trunca el orden liberal y veneraron a la democracia representativa como sistema indisociable de la economía de libre mercado. Eso sí, evitó responder a una envalentonada asistente que quería resolver el enigma del título: "El futuro es hoy? Pues quiere decir eso mismo", zanjó.