Hay frases que parecen triviales pero que resultan más definitorias de un personaje que otras muy meditadas. Dentro de la altivez habitual de los grandes banqueros, a Miguel Blesa le caracterizaba en sus años de esplendor una cierta ironía pinturera. "No me van a ver perder la sonrisa nunca", aseguraba a un grupo de periodistas en el 2009, en pleno acoso de Esperanza Aguirre para echarle de su puesto.

Con una sonrisa como de objetivo conseguido llegó a la presidencia de Caja Madrid en 1996 y con otra, algo más forzada, se despidió de la entidad en enero del 2010 después de que la sempiterna guerra intestina entre Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón se cerrase con una decisión salomónica de Mariano Rajoy: darle su puesto a Rodrigo Rato. "Sí. Yo estaba fenomenal", confesaba en su última rueda de prensa ante la pregunta de si le habría gustado seguir.

Con sus andares toreros, abandonó su despacho en una de las torres Kio de Madrid dispuesto a disfrutar de un semiretiro dorado (cobró 12,44 millones entre el 2007 y el 2010, según algunas fuentes). Solo la decisión del controvertido juez Elpidio José Silva de encarcelarle sin fianza contra el criterio del fiscal ha helado la sonrisa de aquel inspector de Hacienda que probablemente nunca habría soñado con llegar a la élite bancaria de no ser por su íntima amistad con José María Aznar.

"Siempre estaban juntos. Aznar era simpático, aunque daba la sensación de estar muy condicionado por su mujer, Ana Botella, que resultaba bastante antipática. Blesa y su mujer eran, en cambio, particularmente agradables" , explica alguien que coincidió con ellos en las oposiciones. "Había mucha gente que les tenía manía por su pinta de señoritos pijos. La verdad es que parecían mucho mayores de lo que eran por su forma de vestir" , añade.

Una moneda al aire

Tal era su cercanía que Aznar y Blesa decidieron pedir el mismo primer destino como inspectores, Logroño, donde ocuparon dos pisos en el mismo edificio. "Uno tenía mejores vistas que el otro. Como Miguel Blesa y su mujer, María José Portela, también estaban buscando piso, decidimos tirar una moneda al aire para ver quién se quedaba el mejor. Tuvimos más suerte nosotros" , rememora el expresidente del Gobierno en sus memorias.

A partir de ahí, sus caminos se separaron. Aznar entró en política y Blesa ocupó altos cargos en el Ministerio de Hacienda, para después pasarse al sector privado como asesor fiscal. Pero la amistad nunca se rompió y el expresidente usó su ascendente poder político para colocar a su viejo compañero en los consejos de Antena 3 y Caja Madrid.

Una gran ambición

Apenas unos meses después de la entrada de Aznar en la Moncloa, Blesa fue elegido presidente de la entidad financiera, la segunda y eficiente caja del país, que algunos años había logrado incluso unos beneficios mayores que la Caixa. Desde el primer momento dio prueba de su ambición. En una reunión con 230 directivos, les anunció su intención de lanzar un proceso de inversiones "más complejas" , que conllevaban "mayores riesgos" pero también "la posibilidad de mayores beneficios".

Lo que vino después es el ejemplo paradigmático de la carrera de excesos que ha llevado a buena parte del sector financiero a la desaparición y ha obligado a España a pedir el rescate europeo. Y pese a ello, Blesa ha presumido públicamente de multiplicar por seis el tamaño de Caja Madrid, pero se ha negado a asumir ninguna responsabilidad en la caída de Bankia (fruto de la fusión de la entidad madrileña y otras seis cajas): "Los excesos los cometimos todos los actores" . Ni siquiera ha admitido haber perjudicado a los clientes de la entidad que compraron 3.000 millones de euros en preferentes y que han perdido buena parte de sus ahorros. "No admito que diga que he causado un daño" , desafió a Alberto Garzón, diputado de IU, durante una comparecencia en el Congreso el pasado noviembre.

El ocaso del dandi

Este enrocamiento causó una lógica polémica, pero en su entorno aseguran que la imagen pública de Blesa no se ajusta a la realidad. "No le ha ayudado la pinta de dandi que tiene, pero es una persona normal, de buen trato y empático en la distancia corta, con una cierta ironía crítica pero nunca ofensiva" , asegura uno de sus colaboradores en la época de Caja Madrid.

Desde que dejó la caja, Blesa apenas se ha ocupado de hacer informes fiscales para algunas empresas y particulares y de acudir a los consejos de dos filiales de FCC y Mapfre. El resto del tiempo lo ha dedicado a sus aficiones (fotografía, caza -según su entorno ya no va a África- y jardinería), a la familia (su única hija le hizo abuelo hace menos de un año) y a preparar su boda con su nueva compañera, Gema Gámez, a quien conoció cuando esta trabajaba en Caja Madrid.

El enlace ha quedado aplazado por sus problemas con la justicia. "En la convicción de que no ha hecho nada delicitvo, tiene la conciencia tranquila" , aseguran en su entorno. Pero más allá de que cometiese delitos o no durante su gestión, el resultado de las misma es innegable. Caja Madrid, con sus más de 300 años, es hoy historia.