Lo advertían dos jóvenes manifestantes de Olot y Banyoles la madrugada del jueves al viernes. "Mañana va a ser la noche más grande. Va a bajar muchísima gente de toda Catalunya". Acertaron plenamente su pronóstico. Fue la jornada de más disturbios, que empezaron a las cuatro de la tarde (mucho antes que en las jornadas previas) y concentraron la batalla en la Via Laietana.

Mossos y Policía Nacional blindaron el acceso a la comisaría de estos últimos en la misma calle, lugar habitual de protestas independentistas. La de este viernes era la noche que más preocupaba a los cuerpos policiales, conscientes de que muchos jóvenes del resto del país se sumarían a las protestas.

Fuentes de los Mossos confirmaron que desde el tercer día de disturbios en Barcelona se habían detectado anarquistas italianos, griegos y alemanes bregados en la lucha anticapitalista y se temía que pudieran llegar ayer también más antisistemas procedentes de otros países.

Los disturbios en los aledaños de la plaza de Urquinaona duraron más de seis horas, desde las cuatro de la tarde hasta que los agentes recurrieron al Botijo: una tanqueta con cañón de agua adquirida por los Mossos d’Esquadra en el 1994 para dispersar movilizaciones y que hasta ahora nunca se había utilizado.ç

Vació de un plumazo la calle y sus aledaños de barricadas después de que una acción coordinada entre Mossos y Policía Nacional barriera la zona. Hasta entonces la estrategia policial había sido llenar la Via Laietana y sus calles aledañas de agentes antidisturbios para intentar aguantar el asedio.

Los agentes respondieron con gas lacrimógeno, pelotas de goma y de foam a las acometidas de los manifestantes, que iban concienzudamente preparados para la refriega: muchos de ellos llevaban ropa táctica, protecciones para brazos y ojos y actuaban de forma organizada: aunque los bote de gas lacrimógeno generaban pánico, rápidamente había quien llamaba a la calma y a no salir huyendo mientras otro, equipado con guantes y gafas, recogía el bote para lanzarlo al otro lado de la barriada en llamas. Aguantaban el pulso lanzando sin cesar cohetes y una lluvia de piedras, canicas y tuercas.

Tras la dispersión de los cuerpos policiales, las calles más céntricas de Barcelona dejaron una imagen demoledora: destrozos, piedras, adoquines por doquier, restos de mobiliario urbano chamuscado y también pelotas de goma, salvas y restos de balas de foam. Un reducto de los manifestantes más radicales se movió por las calles colindantes hasta la sede de la Conselleria d’Interior y el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) prendiendo contenedores a su paso.

Al filo de la medianoche, al cierre de esta edición, había registrado un total de 77 heridos en Catalunya, 52 de los mismos en Barcelona. Los periodistas, pese a estar ataviados con sus brazaletes y petos naranjas, volvieron a ser uno de los objetivos. Hasta ayer había ya 38 periodistas heridos, muchos por la acción policial.

Agentes de la Policía Nacional redujeron con violencia al fotógrafo de 'El País' Albert García y se lo llevaron esposado tras captar con su cámara otra actuación policial en Pau Claris con Urquinaona. Tanto García como los periodistas heridos estaban cumpliendo con su trabajo: informar.