Los últimos días, por distintos motivos, los barones del PSOE críticos con Pedro Sánchez han comenzado a despertar de su letargo. Con alguna excepción, como la del extremeño Guillermo Fernández Vara, los líderes territoriales, casi todos presidentes autonómicos, nunca han dejado de tener una mala opinión del secretario general, pero a raíz de su victoria en las primarias optaron por instalarse en el silencio orgánico, aunque no compartieran las decisiones del líder. Ahora empiezan a levantar la cabeza y airear en público sus muchas diferencias: van desde el reglamento recién aprobado hasta la posición oficial sobre el sistema de inmersión lingüística en Cataluña, pasando por el veto a la candidatura de Elena Valenciano para presidir el grupo socialista en la Eurocámara.

En una formación tan dada a las guerras internas como el PSOE, la actual dirección admite que algo está cambiando, pero por el momento no se toma este escenario con inquietud. Varios miembros de la ejecutiva coinciden en señalar que los barones no están coordinados entre sí, a diferencia de cuando forzaron primero la dimisión de Sánchez y después la abstención en la investidura de Mariano Rajoy, y que su margen de maniobra, a poco más de un año de los comicios autonómicos, es escaso.

Pero el ruido empieza a oírse. Cuando Valenciano, exvicesecretaria general del PSOE con Alfredo Pérez Rubalcaba, empezó a sonar como favorita a convertirse en la líder de todos los socialistas en la Eurocámara y Sánchez dejó claro que no pensaba respaldarla, varios barones expresaron su malestar. La mayoría de ellos considera que el veto es una venganza por el apoyo de Valenciano a Susana Díaz en las primarias.

Cuando la dirección socialista aprobó el reglamento interno, que regula el funcionamiento del partido y quita poder a los mandos autonómicos en favor del secretario general y de las bases, los líderes territoriales no plantaron entonces batalla, pero escenificaron su distancia.