Para el padre de Mohamed Bekali, la foto de su hijo en el Santiago Bernabéu y la camiseta de Beckham que tenía en su habitación son las pruebas más concluyentes de su inocencia. "Mi hijo --insiste-- es socio del Real Madrid y adora vivir en esa ciudad. Mohamed ha amado Madrid desde niño. Para él instalarse allí ha sido cumplir un sueño. Es imposible que alguien que siente todo eso pueda cometer esos atentados horribles".

Todos en la familia Bekali están convencidos de que Mohamed, uno de los tres marroquís detenidos el sábado, no tiene nada que ver con el 11-M. "Estoy tranquila, pues conozco a mi hermano y sé que es todo lo contrario a un extremista", dice Fátima, su hermana, que describe a Mohamed como "un chico moderno y que tiene un montón de buenos amigos españoles".

Ninguno de sus familiares define a Mohamed como un joven radical, ni siquiera religioso. "Nunca ha llevado barba y no frecuentaba la mezquita. A él le encantaba salir con chicas, ir a la playa y pasárselo en grande. Es una persona abierta y transparente como el agua", explica su hermana Sharafa.

Clase media

La familia tampoco parece en absoluto extremista. Las hermanas, dos tangerinas rubias, maquilladas con buen gusto y vestidas a la occidental, podrían pasar inadvertidas en cualquier boutique de moda en España. En la casa, enclavada en una zona de clase media de Tánger, no se ven símbolos religiosos. El piso es espacioso y ocupa la primera planta de una casa coqueta de estilo colonial que sobrevive, frágil, entre dos enormes edificios de pequeños apartamentos.

La sorpresa de su detención, el sábado, les dejó a todos helados. "Cuando vimos que tres marroquís habían sido detenidos, todos pensamos que era una vergüenza para nuestro país", explica Mohamed Zaki, un primo de Mohamed. "Luego, cuando dijeron su nombre, no nos creíamos que fuera cierto".

Sharafa recuerda que, la misma mañana de su detención, ella había hablado con él por teléfono. "Me explicó que había ido a la manifestación del viernes. Me dijo que había llegado, incluso, a poner una vela en memoria de las víctimas. Estaba tan emocionado y tan dolido que hasta le temblaba la voz".

La biografía de Mohamed Bekali no parece la de un radical. Nacido en Tánger en 1972, este joven no tuvo una infancia de miseria. Fue un niño de clase media, un brillante estudiante en la escuela Abderrahim Anegay y en los institutos Príncipe Heredero e Ibn Jatib. En 1996 se licenció en Física por la Universidad de Tánger y, un año después, viajó a Madrid para hacer el doctorado, para el que preparaba una tesis sobre la física de los materiales.

"Yo al principio le enviaba 6.000 dirhams 600 euros al mes para sus gastos", recuerda su padre. "Pero Mohamed quiso liberarme de esa carga y por eso puso su negocio de tienda de telefonía".

¿Cómo es posible entonces que alguien como él haya sido detenido? Mohamed Zaki, su primo, dice convencido: "Lo han detenido por el simple hecho de que tenía la tienda a medias con otro detenido".

Descripción similar

Aunque no se pronuncian sobre su inocencia, las autoridades marroquís refrendan la descripción que hace la familia. "Se le ha visto con chicas y se sabe que consumía alcohol. Además, en una última foto que tenemos de él, aparece con pantalones cortos", dice un funcionario del país con frialdad burocrática.

Lo más sospechoso que las fuerzas de seguridad marroquí pueden decir de Bekali son dos entradas a Marruecos en abril y en agosto del 2003. El joven entró y salió el mismo día. Lo que más llama la atención a la policía es que, en esas mismas jornadas, a horas distintas, Mohamed Shaui, otro de los detenidos, también entrara y saliera de Marruecos.

El rastro familiar de Mohamed Shaui, el socio de Bekali en el negocio de telefonía, está en Beni Makada, el enorme suburbio de Tánger. A los 8 años, Mohamed se va con toda su familia a España. Sin embargo, acaba teniendo problemas con su padre, un marroquí que vive desde hace años en Barcelona y al que los trabajos en la construcción le permiten vivir bien. Según la policía, Mohamed rompe con su padre y se marcha a Madrid.

De Jamal Zugam, hermanastro de Shaui y principal sospechoso detenido hasta ahora, quedan muchos menos rastros en Tánger. No hay familiares directos con los que hablar y la casa en la que nació, enclavada en una tranquila calle del barrio de la Casbah, está cerrada a cal y canto. Los vecinos, la recuerdan.

Familia humilde

"Era una familia humilde, la madre estaba divorciada y cargaba ella con sus cuatro hijos, dos niños y dos niñas", dice Asia, una vecina, que recuerda que "al padre, que vivía en Tetuán, apenas se le veía por aquí".

Al no trabajar, Aisha, la madre de Jamal, dependía de la ayuda de la familia. El joven Jamal estudió y, para ayudar a su familia, empezó a trabajar en una zapatería. "Pero hace algo así como 10 años, cuando Jamal tenía 19, la familia que tenían en España primero se llevó a la madre, que más tarde hizo ir a los hijos", reconoce.

Yamal vivió esos años a caballo entre España y Marruecos, adonde iba cuando tenía vacaciones. Sin embargo, desde entonces hasta el 2001, algo ocurre que hace que desde ese año la policía marroquí de fronteras reciba órdenes de informar a Rabat cada vez que Jamal entre en Marruecos.

El jeque del barrio, una autoridad local, asegura: "Recuerdo a Jamal cuando todavía era un niño. Era un crío tímido y educado que no se metía en líos. Lo que ya no sé es si después, durante su estancia en España, ha cambiado".