El anuncio de Arnaldo Otegi rompe con el papel que hasta hoy se atribuía a ETA en el final de la violencia. Este nuevo rumbo cobra especial relevancia si se tiene en cuenta el protagonismo adquirido en los últimos años por la banda a la hora de determinar la estrategia y los objetivos políticos, e incluso en la designación de las diferentes cúpulas de Batasuna.

El hecho de que Batasuna lleve ahora el peso político en exclusiva coincide con la petición de seis exjefes etarras presos, quienes en una carta remitida en agosto a la dirección de ETA reclamaban pasos en esta misma dirección.

También es novedoso el reconocimiento que se hace de una Euskadi "dividida en dos países y tres territorios" y el hecho de que se admita que en este reconocimiento "no hay atajos", sino que el proceso será, probablemente, gradual. Además, y superando las tesis del pacto de Lizarra de septiembre de 1998, ahora se admite que la realidad política es plural y que tendrán "que ser flexibles todos".

Asimismo, y a diferencia de propuestas anteriores de la izquierda radical aberzale, se resalta que para superar las diferencias durante el proceso de resolución del conflicto sólo valdrá la vía "pacífica y democrática", lo que impediría cualquier uso de medios violentos o acciones armadas de la banda terrorista.