La canícula es la temporada del año en la que el calor es más fuerte. La temperatura excesiva invita al sopor. La somnolencia es agotamiento, pero también abatimiento y aburrimiento. En política pasa lo mismo. Llevamos meses con una agotadora y a veces inexplicable intensidad. En donde los movimientos se miden por milímetros en un calculado pulso escénico y estético. Llegó la canícula a la espera de la repesca de setiembre.

Pedro Sánchez ha apurado mucho ,hasta el último día, antes de empezar sus vacaciones. En apenas una semana el presidente ha realizado 14 reuniones con un total de 146 representantes sociales y colectivos. Sánchez dice, liderando el guion del relato político, que aprovechará sus vacaciones para «sistematizar» todas las propuestas de las asociaciones y presentar un «programa abierto» que pueda ser la base del acuerdo para un futuro «gobierno progresista».

Sánchez quiere llegar a setiembre con una fuerte presión ambiental sobre Pablo Iglesias; suficiente como para que este desista de la coalición de gobierno y se abra a la cooperación programática en el ámbito parlamentario. Y, para ello, quiere construir una puntual y amplia coalición -política y social- que sea como una operación clamor para que Unidas Podemos (UP) renuncie a sus aspiraciones y se centre en sus posibilidades y en sus responsabilidades.

LIMITACIONES

UP se enfrenta a que la canícula política rebaje sus expectativas y ponga el foco en sus limitaciones (políticas y electorales) y en sus obligaciones políticas como partido progresista. Los electores progresistas están agotados y decepcionados. Casi hartos. Y más que buscar culpables, lo que quieren son soluciones y acuerdos. Quien parezca que más lo desea, ganará la batalla. Sánchez ha entendido que desear un gobierno es casi más útil -electoralmente hablando- que conseguirlo. Pero, aunque todo tiene un límite, el presidente y su equipo juegan bien el filo de lo vertiginoso.

De momento, Iglesias resiste en silencio. Sabe que la capacidad de crear escenografía política y, en consecuencia, hechos políticos, por parte de la Moncloa es muy superior. Pero el silencio defensivo no construye alternativas. UP se nutre de sus raíces con el tejido social y sus organizaciones. Sánchez le está minando las bases, convencido que el ecosistema político de UP no resiste la presión por abajo, aunque sí pueda resistir la presión por arriba («la de los poderosos»).

La canícula nos abrasa. Sánchez espera y se prepara para el asalto definitivo. Pero hay un pequeño problema. La deseada y jaleada rectificación de Pablo Iglesias se está presentando como una claudicación (política) y una derrota (personal). Nadie puede confiar, sinceramente, en un socio resentido y humillado. Así, no hay futuro. Los que escriben el relato y sus guiones deberían prestar atención a las emociones políticas si realmente desean acuerdos duraderos. Si se le cierran las salidas a Iglesias, la justificación para que cierre la puerta, definitivamente, estará servida. Nadie pacta acorralado y derrotado.