Pablo Casado aterrizó ayer en Barcelona para despedir a Xavier García Albiol al frente del PPC y convocar un congreso extraordinario que renueve la dirección catalana después de la debacle electoral del 21-D. Tras una ronda de agradecimientos mutuos, en la que trataron de evidenciar mucha sintonía, el líder del PP reaccionó al acto de Vox del pasado domingo en Vistalegre y mostró simpatías con la formación ultra.

Casado no escondió que mantiene una «excelente relación» con Santiago Abascal, el fundador de Vox y afirmó que «comparten muchas ideas y principios, aunque otros no». Preguntado por si trataría de buscar una eventual absorción de Vox en su partido, amagó con que «quiere liderar el espacio de centro-derecha español». El líder del PP esquivó así responder de forma binaria a la cuestión, y cosió un discurso afable con sus propósitos electorales, dispuesto a tratar de concentrar el voto en su partido: «Quiero liderar el centro-derecha en España. Con el Gobierno que tenemos en España es muy importante que centremos esfuerzos. Si el PP es fuerza hegemónica en el centro-derecha, o en lo que aglutina todo lo que está a la derecha del PSOE, conseguiremos tener mayoría suficiente para echar a Pedro Sánchez cuanto antes», razonó.

Por su parte, la ministra de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, Magdalena Valerio, reconoció ayer que «causan miedo» las imágenes del multitudinario acto celebrado por Vox el domingo en el Palacio de Vistalegre de Madrid por el discurso «xenófobo, machista y homófobo» que defiende el partido. En declaraciones a la Cadena Ser, Valerio apuntó que las encuestas no reflejan que haya «muchas personas» en España dispuestas a votar a formaciones de «extrema derecha» como Vox.

Desde el PSOE se rechazó cualquier temor ante el avance de Vox, una formación que -según reconocen los propios socialistas- puede beneficiar las expectativas electorales del partido de Pedro Sánchez, al dividir aún más el voto de derechas. «Miedo ninguno», señaló Esther Peña.