Pedro Sánchez y Pablo Casado parecen haber dejado atrás la etapa de los exabruptos e inaugurado una nueva relación institucional en pos de consensuar pactos de Estado en asuntos clave, entre ellos el de Cataluña. Después de nueve meses sin reunirse, después de que el líder de los conservadores vertiese sonados descalificativos sobre el jefe socialista («felón», «traidor», «okupa», «preferir las manos manchadas de sangre»), ambos dirigentes decidieron ayer en su encuentro en la Moncloa poner el cuentakilómetros a cero para encarar el nuevo ciclo político que se abrirá tras las elecciones del 26 de mayo.

Las dos partes comentaron que la reunión fue positiva y transcurrió en un buen clima. Ambos dirigentes ponen fin así a una época dominada por la crispación en la que su relación se limitaba a los cara a cara en el Congreso y poco más. En el encuentro, de una hora y media de duración, no se abordó la fórmula de Gobierno que intentará Sánchez ni tampoco cómo se configurará la Mesa del Congreso, comentó Casado a la prensa. Fue una toma de contacto encarrilada a normalizar la relación y marcar el rumbo de la nueva legislatura. En ese contexto, el presidente del PP reclamó al dirigente socialista que coloque un cordón sanitario a ERC y Junts y no se apoye en esos grupos para sacar adelante su investidura. Si no le hace caso, avisó, encontrará «una oposición frontal» de los populares.

VETO AL PNV

«Le he pedido que no dependa de los independentistas, que España no dependa de aquellos que no creen en su unidad», subrayó en una rueda de prensa en la sala noble de Moncloa.

En ese grupo a excluir coloca también al PNV, aunque puntualizó que los nacionalistas vascos no han vulnerado la ley. Pero como las cuentas no le dan a Sánchez (el PSOE tiene 123 escaños y tiene que llegar hasta la mayoría absoluta con 176 apoyos si quiere ser presidente en la primera vuelta), Casado sugirió que llegue a un pacto con Ciudadanos (57 diputados), con los que sumaría de sobra.

Si los naranjas le apoyaran activamente o se abstuvieran en la segunda vuelta, cuando solo se necesitan más síes que noes, Sánchez también podría ser investido.

Con un tono mucho más suave que estos meses atrás, el presidente del PP prometió no poner «objeciones» a esa alianza. «No les llamaremos veletas naranjas», bromearon después fuentes de la dirección del partido conservador.

Casado siente el aliento de Albert Rivera, que solo tiene nueve diputados menos que ellos (66), y prefiere verlo en el Ejecutivo, tomando decisiones y quemándose con la labor gubernamental antes que tener que competir con él en el banquillo de la oposición.

No parece que el político catalán, que ha decidido dar la batalla por que su partido acabe imponiéndose al PP, el pasado 28-A, la formación naranja solo quedó a 200.000 votos, vaya a caer en esa trampa.

"COMUNICACIÓN PERMANENTE"

Aunque no se fijaron cauces concretos, Sánchez y Casado se comprometieron a mantener una «comunicación permanente» para abordar «la situación territorial y en especial Cataluña», informó la Moncloa. Esa «relación constante» que ahora ambos intentarán tener también se extenderán a otras cuestiones como el Pacto de Toledo, el impuso a la ciencia y la transición ecológica, añadió el Gobierno.

Casado mostró su satisfacción por que la relación se normalice tras meses dominados por la crispación. Alegó el líder conservador que nunca cargó «personalmente» contra Sánchez y que sus expresiones fueron dentro de la «confrontación partidista», pero no a un «enemigo».

El presidente del PP recordó que, tras su encuentro en la Moncloa de agosto, Sánchez no volvió a ponerse en contacto con él. «Ese cordón sanitario contra el PP se ha roto», aplaudió. Hoy la ronda en la Moncloa seguirá con Rivera y Pablo Iglesias.