El Pablo Casado de septiembre no es el mismo Pablo Casado de principios de abril. De hecho, es probable que él recuerde exactamente el momento en el que se dio cuenta de que tenía que cambiar. Era mediados de mes y estaba en plena campaña de las generales del 28 de abril. El líder del PP recibió un informe de un instituto de encuestas que había identificado un problema grave: provocaba un fuerte rechazo en algunos ciudadanos. Los expertos en sociología habían realizado un estudio cualitativo, que consistió en encerrar en una sala a un grupo de personas y ponerles a políticos hablando en la televisión, sin sonido, y vieron que Casado despertaba comentarios negativos.

El líder conservador llevaba meses con un tono muy duro contra Pedro Sánchez y los independentistas. En un acto, el 6 de febrero, llegó a encadenar hasta 19 descalificativos contra el secretario general del PSOE ("felón", "traidor"...) a cuenta de la figura del 'relator', que iba a dar cuenta de unas reuniones con los partidos soberanistas que nunca se llegaron a producir. Según fuentes conocedoras del informe, las alarmas se desataron y Casado y su equipo decidieron que había que moderar el tono, algo que se vio casi de manera inmediata en los mítines que le quedaban de campaña y, sobre todo, en los debates que hizo con el resto de candidatos a la Moncloa. "Se ha hecho un Aznar en nueve meses", soltó algún antiguo asesor al conocer el dato, recordando la imagen árida con la que el expresidente del Gobierno acabó su mandato tras decidir la participación de España en la guerra de Irak.

Casado borró de sus discursos las palabras gruesas, se contuvo en la gesticulación e incluso bajó el volumen al hablar. El descalabro en las elecciones generales le invitó a dar un paso atrás y disminuir el ritmo de apariciones ante los medios de comunicación. Y los casi cinco meses entre la votación del 28 de abril y el desenlace esta semana, con la constatación de que se repetirán las elecciones el 10 de noviembre, Casado ha afianzado su nueva imagen tranquila, "institucional", dicen sus asesores, proponiendo "hasta 11 pactos de Estado" al PSOE, acudiendo a las reuniones que le proponía Sánchez para marcar distancias con Albert Rivera, que le dio plantón en dos ocasiones y presentándose como "pegamento de la derecha" al proponer, de manera ambigua a Ciudadanos y Vox, la marca electoral España Suma. Y sí, su 'look' con barba también ayuda en ese objetivo, apuntan en su núcleo duro.

PROPUESTAS ECONÓMICAS

Fuentes de la dirección del partido consideran que el político conservador ha aprendido de los errores cometidos en los primeros meses como presidente y debe afianzar este nuevo perfil en la campaña. La estrategia que están preparando en Génova pasa por que asuma un perfil en positivo, con propuestas sobre todo en economía, ante el riesgo de desaceleración y las consecuencias de un 'brexit' duro; se muestre como un dirigente que "sabe pactar", tras los acuerdos con Ciudadanos y Vox en autonomías como Andalucía y Madrid; y la defensa de la Constitución en Cataluña, aunque este asunto vendrá "sobrevenido", apuntan, por la sentencia del 'procés', en octubre.

Y respecto a Sánchez, añaden los asesores, Casado intentará identificarlo como un político "incapaz" de cerrar pactos y recordará que el 10-N pone de relieve su "fracaso personal" al "no saber gestionar su investidura".

También le han recomendado que "no se exponga tanto a los medios de comunicación" y que se apoye en figuras "moderadas" como Juan Manuel Moreno, jefe del Ejecutivo andaluz, y Jorge Azcón, alcalde de Zaragoza.

ALMUERZO CON RAJOY

Casado dejó claro desde que asumió el liderazgo del PP que iba a resarcir a Aznar tras varios años en los que Mariano Rajoy había puesto distancia. Ahora habrá que ver si ambos exdirigentes participan, como ya hicieron en abril, en la campaña. Por lo pronto, Casado almorzó con Rajoy este miércoles en un restaurante de Madrid aunque Génova no quiso dar detalles del contenido del encuentro y recordó que han almorzado juntos en otras ocasiones estos últimos meses.