Hay mucho en juego en el resultado de las elecciones autonómicas de este fin de semana en el País Vasco y Galicia. Mucho más de lo que parece. No se había producido ninguna cita electoral desde que el primer Gobierno de coalición de la historia de España formado por el PSOE y Podemos empezó su andadura justo antes de la alarma de la covid-19. Y son, por tanto, las primeras que pueden medir el estado de ánimo después de la epidemia del coronavirus en dos de las comunidades que son claves en el engranaje autonómico de España.

Para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puede suponer salir vivo en dos territorios donde su partido tiene un recorrido limitado limitado y, además, una oportunidad para amarrar apoyos de partidos territoriales en el Congreso de los Diputados. Para el PP es un arma de doble filo. Para Podemos, pura supervivencia. Una incógnita para Vox y un mal trago para Ciudadanos. Y todo ello aliñado con un gran elemento de distorsión que podría cambiar muchas cosas: la afluencia a las urnas ante el riesgo de posibles contagios. Estas son las cinco claves en las que se juega la partida vasca y gallega, según explica 'Información', rotativo de Prensa Ibérica, el grupo editor de EL PERIÓDICO.

1. Tablero fijo para el ganador

No hay ni una sola encuesta de las que se han publicado que tenga dudas sobre el partido que va a ganar las elecciones en el País Vasco y en Galicia. Los electores parecen encaminarse a reforzar a los gobiernos autonómicos que ya tenían. Sin ningún tipo de desgaste por la gestión de la pandemia. Los sondeos le conceden a Alberto Núñez Feijóo, con una campaña centrada en su figura y en la que ha escondido las siglas del PP, un resultado amplio frente a la suma de toda la izquierda y una mayoría absoluta clara para continuar en el gobierno. Su panorama electoral le obliga precisamente a eso. O revalida esa mayoría absoluta o perdería sus opciones de gobernar.

En Euskadi, los electores también están decididos, como recogen los sondeos, a reeditar su confianza en el PNV del lehendakari Iñigo Urkullu. Podría estar cerca de su mejor resultado en casi cuatro décadas pero seguiría son mayoría absoluta. Volvería a necesitar de los socialistas, que también podrían mejorar posiciones, para cuadrar un gobierno con estabilidad parlamentaria. Aunque esa fuera la opción preferida para el gobierno, todo apunta que Urkullu tendrán casi todas las puertas abiertas para alcanzar acuerdos con el grupo parlamentario que el PNV desee según el asunto que esté encima de la mesa. Geometría variable.

2. Test socialista y morado con reubicación de la izquierda

De cumplirse los vaticinios demoscópicos, gran parte del electorado de la izquierda podría acabar volviendo a las siglas que fueron su casa y que, hace cinco años, abandonaron para sumarse a la operación de Podemos liderada por Pablo Iglesias. Todo apunta que el voto progresista se va a reubicar en los espacios que ocuparon antes de la irrupción de los morados en la escena política.

Aunque Feijóo pudiera efectivamente gobernar por mayoría absoluta en Galicia, los socialistas aspiran a recuperar la segunda posición con un aumento de respaldo. Especialmente importante puede ser el avance del Bloque Nacionalista Galego que con el liderazgo de Ana Pontón recupera gran parte de su antiguo espacio y está en condiciones de disputarle el mando de la izquierda a los socialistas. Ambos se nutrirían de la importante caída que puede sufrir el proyecto morado en Galicia.

Algo parecido podría ocurrir en el País Vasco. El crecimiento de los socialistas y también el que puede cosechar Bildu se producirían, en gran medida, a costa de la franquicia vasca de Pablo Iglesias. Parece seguro, por tanto, que una parte de los electorales de izquierdas van a retornar a sus antiguas siglas.

El resultado final, en cualquier caso, le tomará la temperatura al Gobierno. Para Pedro Sánchez, un signo de resistencia en dos comunidades muy complicadas para los socialistas además de una oportunidad para amarrar apoyos en Madrid cultivando las relaciones con el PNV y el BNG. Para Pablo Iglesias, una alarma: los electores a los que logró enganchar hace un lustro retornan a sus orígenes. Podemos cada vez se asemeja más a Izquierda Unida, algo más fuerte, si se quiere, pero con un espacio territorial cada vez más limitado.

3. El problema del PP

Esta cita electoral en dos escenarios tan importantes tampoco es un camino de rosas para la dirección de Pablo Casado. Ni mucho menos. En Euskadi, el experimento de pactar con Ciudadanos y de recuperar a un candidato del ala más dura como Carlos Iturgaiz puede terminar en un desastre en las urnas. En la cúpula popular están luchando por aguantar un resultado aceptable dando por hecho el retroceso. El objetivo es intentar que no se acabe convirtiendo en horroroso. Esa es la expectiva que, en este momentos, tienen en Génova sobre los comicios vascos.

Y en Galicia, el riesgo para Casado es doble. Una victoria por mayoría absoluta para Feijóo, como así apuntan la inmensa mayoría de los sondeos, evidenciaría que la línea moderada en el relato y de oposición frontal a la ultraderecha tiene un recorrido mayor que el giro conservador de la actual cúpula de Génova. Pero una eventual pérdida en Galicia -poco probable- unida al mal resultado que se da por hecho en Euskadi, sería todavía peor: pondría el liderazgo de Pablo Casado contra las cuerdas. Así que el PP también tiene un test clave por delante que va a medir su fortaleza en esta primera cita con las urnas de la nueva normalidad y que le va a revelar, quizá, que no ha aprovechado las supuestas debilidades de Pedro Sánchez en la gestión de la crisis.

4. Al filo de la navaja para Vox e invisibilidad de Ciudadanos

La ultraderecha se enfrenta a unas elecciones complicadas para consolidar el éxito que Vox cosechó en las generales convirtiéndose en la tercera fuerza política de España. Galicia y Euskadi fueron dos de los territorios en los que la formación de Santiago Abascal no consiguió arrancar ni un sólo escaño en el Congreso.

El discurso moderado del PP gallego y la presencia de las fuerzas territoriales se convirtieron en el dique de contención de los ultras. Los sondeos dejan a Vox con pocas posibilidades de un escaño en Galicia. No lo conceden aunque tampoco lo descartan del todo. Cabe recordar que el sistema gallego exige un 5% en una provincia para tener representación, el más restrictivo junto al listón electoral valenciano.

En Euskadi se están jugando entrar en el parlamento por un margen muy reducido con un escaño por Alava en competencia directa con el PNV. El sistema electoral vasco concede la posibilidad a un partido con poco porcentaje de sumar presencia en esa provincia con una cosecha de votos más o menos reducida. Para Vox entrar por la mínima sería un gran avance. Quedarse fuera, visualizaría fracaso. El mal trago y la invisibilidad casi absoluta puede ser para Ciudadanos, que tiene casi imposible lograr escaños en Galicia y que, pese a la coalición, va de la mano del PP en el País Vasco cuando en Madrid se acerca cada vez más al Gobierno. Incoherencia absoluta para una alianza electoral fraguada en otro momento político.

5. Una gran distorsión: la participación

La única cuestión que puede acabar descolocando un resultado final que, con detalles, parece bastante definido también está sobre el tapete: la participación. Esa es la gran incógnita de estos comicios. El volumen de gente que acudirá a las urnas y el que se quedará en casa temerosa de un posible contagio por coronavirus.

Cabe recordar que tanto en Galicia como en el País Vasco hay rebrotes importantes. Ya ocurrió en Francia hace ahora dos semanas cuando una participación bajísima, por debajo incluso del 50% en algunos casos, impulsó una "marea verde" con victorias del ecologismo político en una mayoría de ciudades con más de 100.000 habitantes. La franja de electores ecologista -más joven- o de la coalición socialista y verde que se alzó con la victoria en París acudió sin dudas a las urnas. Pero los colectivos de personas con más edad -grupos de riesgo frente al virus- se acabó quedando en casa. Con una bajísima participación igual que cuando la afluencia a las urnas se dispara, las previsiones se pueden descontrolar. Así que, como ocurre siempre, habrá que esperar a la apertura de las urnas.