Silvia Guillén es concejala de ERC en Molins de Rei. Carla Vall es una abogada penalista que trabaja en un centro para los derechos humanos en otra localidad de Catalunya. La primera sufrió el ataque de un compañero de partido, que la acorraló en la puerta del ayuntamiento y la cogió de los brazos con fuerza para obligarla a hablar con él. A la segunda le entraron en casa tres hombres y logró zafarse de ellos cuando iban a por ella. Ambas han denunciado públicamente los hechos y ambas denuncian también los obstáculos institucionales con los que han topado para que su relato vea la luz y sea creído en lugar de silenciado y menospreciado.

Guillén, tenienta de alcaldía de Servicio a las Personas de Molins de Rei, denunció el lunes en el diario local 'Viu Molins' la "agresión machista" de su correligionario. "Lo que me hizo no se lo hace a un hombre. Ejerció una relación de fuerza, de dominación y de poder”, subrayó este martes en declaraciones a este diario.

Ella esperó dos semanas a que su compañero de ERC se disculpara. Nada, ni un mensaje de whasap. Sí lo hizo en una reunión con el jefe de la sede local de los republicanos. “Se me cruzaron los cables, perdí los papeles...”, alegó el presunto agresor según la versión de la concejala, que insistió que quería dar a conocer el caso. “Como cargo público, de qué sirve llevar pulseras, leer manifiestos y salir a la calle contra 'la Manada' si cuando me pasa a mí tengo que agachar la cabeza?”. Pero al partido no le gustó: “se pusieron muy nerviosos”.

MANIOBRAS DE DISUASIÓN

Miembros de la ejecutiva local, comarcal e incluso nacional la han intentado disuadir durante estos últimos nueve meses. “La ropa sucia se lava en casa”. “Nos vas a hacer daño, espérate que pasen las elecciones municipales”. “Te entiendo pero no tienes ni una marca”. Estas son algunas de las frases que Guillén dice haber tenido que escuchar de boca de varias personas de su partido. “Lo peor ha sido oirlo de mis compañeras mujeres, de los hombres ya me lo esperaba”, lamenta.

También deplora que después se le intentara dar la vuelta al calcetín: “Leí actas del partido y vi que hablaban de mí como una mentirosa, una manipuladora, que estaba intentando ganar puntos en un pulso político…”. En noviembre se reunió con un diputado del Parlament. La consigna era clara. “Que no hablara”.

En un comunicado, la junta local de ERC asumió este martes que la resolución del conflicto “no ha sido satisfactoria” y pidió a los órganos nacionales que “activen de forma inmediata todos los protocolos de mediación”. La organización nacional se ha comprometido a hacerlo.

COMBATIVO HILO EN TWITTER

Tampoco ha transitado Vall por un camino de rosas. Esta penalista de 29 años está acostumbrada a ver en los juzgados cómo muchas mujeres víctimas de agresiones tienen que demostrar su inocencia. Ella misma lo sufrió. Y así lo ha denunciado ahora en un combativo hilo de Twitter. Hace justo un año Vall dormía en su casa cuando los ladridos de su perra Naia la despertaron bruscamente. “Me percaté de que alguien había entrado en casa por una terraza. Reventaron una puerta. Por las voces entendí que eran tres hombres. No me llegaron a tocar porque conseguí encerrar a uno en un espacio con doble puerta”, narra la abogada a EL PERIÓDICO. “En un principio pensé que su objetivo era robar, pero pasados unos minutos intuí que iban a por mí”, continúa. Vall se encerró en un baño y a través de una ventana consiguió ver a otro de los asaltantes, un menor de edad. El tercero salió huyendo sin que ella lo pudiera ver. Tras la llamada al 112, a los 15 minutos llegaron varias patrullas.

“Fueron los 15 minutos más largos de mi vida”. Sin embargo, la angustia continuó cuando los mossos la llevaron a la comisaría. Se sintió bien tratada por los agentes y también por la jueza. Pero tuvo que soportar que el abogado de uno de los asaltantes -al que Vall consiguió encerrar entre dos puertas- le preguntara si había ligado previamente con él. “¿Eres racista? ¿Tienes prejuicios?”, me soltó. “Reaccioné de manera iracunda. Soy abogada penalista y conozco este mundo. Pero si no lo conoces te comen viva. Nadie acepta el relato de una víctima que se defiende. Parece que tienes que entrar llorando y salir llorando”, asegura.

“Me pareció increíble que me preguntaran por cosas que no tenían nada que ver con los hechos. Todo para demostrar si yo era una buena víctima o una mala víctima”, continúa la abogada, que también tuvo que aportar documentación para demostrar que su casa era, efectivamente, suya.

"VIOLENCIA INSTITUCIONAL"

El asaltante al que Vall consiguió dejar atrapado fue procesado por robo en vivienda habitada. A otro de ellos, el menor al que la víctima consiguió ver desde la ventana, sigue suelto. “Me lo crucé hace tiempo por la calle y le hice una foto para llevársela a la policía. Está identificado, pero a día de hoy sigo esperando a que lo citen”, despotrica Vall, a la que en la Fiscalía llegaron a confundir con la abogada del menor. “Todo un despropósito”, continúa.

“Todo el proceso [judicial] supone volver a ser una víctima y sufrir violencia institucional”, concluye Vall. El asalto a su hogar tuvo consecuencias serias: “Que entren en tu casa te provoca una inseguridad máxima. Mi entorno me arropó, pero la ansiedad me llevó a la consulta del médico. Tuve que medicarme para poder dormir”.