Todo muy decepcionante. Todo demasiado previsible. Todo muy normal. Y, no, pese a que desde las seis y media de la mañana todos esperábamos que la infanta Cristina hubiese reflexionado y, al menos, para hacer cuatro o cinco amigos, hubiera imitado a su amadísimo Iñaki Urdangarin y hubiera bajado la rampa marcialmente, con elegancia pero andando, no fue así. Cerca, muy cerquita de las diez de la mañana, después de aterrizar en el aeropuerto de Son San Joan a las 09.14 horas, la hija del Rey bajó la rampa en un monovolumen Ford Cmax, azul oscuro, con un par de personas de seguridad y poco más. Nadie ha visto a Miquel Roca, aunque ha llegado con la infanta. El coche ha llegado hasta la mismísima puerta de urgencia, de los días de fiesta, donde le esperaban decenas de fótografos y cámaras de televisión.

No más de 11 pasos

Cristina solo ha tenido que caminar 11 pasos y, en esos pocos segundos, ha dicho tres veces "buenos días". O eso hemos podido leerle. Y ha entrado. Y ahí ja acabado la historia del 'paseillo', mientras en la avenida de Alemania, sede de la puerta principal de los Juzgados, cerrados el sábado, cerca de 250 manifestantes, muchos menos que el día que Urdangarin declaró y él, sí, todo altivo bajo la rampa e, incluso, se paró a hacer una pequeña declaración de inocencia "para que se aclare todo", han hecho mucho ruido de bocinas y cánticos, todos ellos contra la monarquia, todos ellos pidiendo el establecimiento de la República (todas las banderas presentes eran republicanas) y, sobre todo, con muchas pancartas, todas manuales, todas artísticas, todas hechas en casa en las que no se cesaba de insultar a la corona.

La más manual, la menos preparada, era la que se mostraba en una tapa de cartón donde, con un simple rotulador, un joven de 25 años, decía "Cristina, me debes pasta". Las demás eran alusivas al comportamiento de la familia real y, cómo no, a su vinculación a Palma, que los manifestantes, cierto, pocos, critican y detestan. "7.775.000 yate y palacio no os basta 'Noos' llena de vergüenza", rezaba un cartel negro con letras blancas. "Rey que acepta regalos, tendrá amigos e hija raros, de tal palo, tal astilla", portaba una simpática abuelita. "Mártires de rey y yerno, reina e hija consistieron", proponía un niño de 12 años. "Justicia real, todos igual", llevaba una modernita. "Súbditos ¡jamás! República ¡ya!", enseñaba orgulloso un hombretón de casi dos metros con bigote a lo Íñigo. "En Palma, las 'duqueses' nos las comemos", contaba otra pancarta en alusión al pastelito típico de la isla.

"La Monarquía es una porquería"

Todo el mundo esperaba ya dentro de la sala de vistas F del segundo piso a la infanta Cristina. El primero su abogado Jesús María Silva ha asegurado, pasadas las nueve, que "la infanta está muy serena y llegará muy tranquila, puedo asegurarlo". José Castro, el juez, muy elogiado por los manifestantes, que lanzaron gritos a su favor y, además, le mostraron pancartas de apoyo, llegó a las 07.03 de la mañana en moto, como siempre, solo media hora después de que empezase el despliegue policial, muy correcto, muy profesional, con más de 200 policias y un refuerzo llegado de Valencia. Ni que decir tiene que la infanta Cristina no ha visto a un solo manifestante, pues el recorrido que ha hecho el Ford Cmax oficial no ha pasado por la avenida de Alemania al meterse por calles traseras de los juzgados. Allí, en la avenida, los 250 manifestantes repetían, una y mil veces, los dos mismos cánticos: "La Monarquía es una porqueria" y "La Monarquía a la guillotina".