Cientos de creyentes besaron emocionados ayer en Moscú la gran cruz de la catedral de Santa Sofía de Novgorod, que volvió a Rusia tras haber permanecido en España durante más de seis décadas. El ministro de Defensa, José Bono, entregó esta reliquia ortodoxa en un acto solemne al patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Alexis II, que se celebró en la catedral del Cristo Salvador, la más importante de la capital rusa.

"Esta cruz, símbolo de creencia acumulada de rusos y de españoles, está ahora donde debe estar", afirmó Bono. Hasta 1942 la cruz coronaba la cúpula principal de la Catedral de Santa Sofía de Novgorod, el templo más antiguo en territorio de la Rusia moderna.

Durante la II Guerra Mundial, soldados de la División Azul, integrada por españoles que combatieron del lado alemán contra el ejército soviético, rescataron la cruz de las ruinas y la llevaron a España. La reliquia se encontraba hasta ahora en la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra, en Hoyo de Manzanares (Madrid).

"No puedo hablar en su idioma, pero espero que de mis ojos, mi rostro y, lo principal, de mi corazón sepa que le hablo en el lenguaje de Cristo", proclamó el ministro de Defensa, que se definió como "un cristiano". Bono expresó la esperanza de volver a reunirse pronto con el patriarca para celebrar en España la entrega de una réplica de esta cruz. "Para que la puedan venerar quienes durante 60 años la han custodiado", argumentó.

Como la cruz se ha convertido en "un símbolo moral, además de religioso y espiritual" para el cuerpo de Ingenieros, Defensa ha encargado una copia.

"Una guerra no se puede dar por terminada mientras permanezcan apresadas las reliquias", le respondió el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, quien fue primero en besar la cruz. En sus palabras de agradecimiento, aplaudió a la "buena voluntad del Gobierno de España" y subrayó "los esfuerzos conjuntos de la Iglesia y del poder laico, empezando por el presidente" de Rusia.

Inmediatamente después de que la ceremonia se diera por concluida, cientos de sacerdotes y creyentes, llenos de emoción, formaron cola para besar la reliquia y fotografiarse junto a ella.