Mientras el Supremo interrogaba este jueves a Carme Forcadell y los cinco exmiembros de la Mesa del Parlament, acusados de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos al facilitar los debates que culminaron con la declaración unilateral de independencia, los gritos que más se escuchaban a las puertas del tribunal no aludían a la libertad del pueblo catalán. Tampoco a la inalterable unidad de España. Los gritos más fuertes, casi los únicos, tenían que ver con un conflicto filatélico detectado hace más de 10 años.

La declaración de los dirigentes políticos coincidió con La Almudena, día festivo en Madrid. La fecha elegida era propicia para que los ultraderechistas, que han vuelto a salir a la calle al calor de la crisis territorial, y los partidarios en Madrid de que Catalunya tenga derecho a independizarse, que suelen convocar actos en la capital de España, se desplazaran hasta aquí. Pero muy pocos lo hicieron. Menos que la semana pasada, cuando Oriol Junqueras y siete exconsellers acabaron en la cárcel, y con muchas menos ganas que los afectados de Afinsa y Fórum Filatélico, que acabaron copando la protesta. Daba igual que lo que ocurría dentro nada tuviera que ver con la estafa piramidal, todavía sin sentencia, a más de 400.000 personas. Los afectados se sienten maltratados por todos los poderes (ejecutivo, legislativo, judicial y mediático), así que aprovechan todas las oportunidades para trasladar sus reivindicaciones.

Cada vez que se encendía una cámara, entraban en el plano. Si Albano-Dante Fachín, exsecretario general de Podem, denunciaba que “la ciudadanía” estaba siendo “apaleada en las calles”, los afectados de Fórum y Afinsa se colocaban detrás gritando “¡Fórum, Afinsa, justicia y solución!”. Si la coordinadora general del PDECat, Marta Pascal, incidía en el “precedente horroroso” que había supuesto el ingreso en prisión de los exmiembros del Govern, allí estaban los afectados de Fórum y Afinsa agitando sus pancartas. Y mientras Gabriela Serra, exdiputada de la CUP, tachaba de “absolutamente ridículo e indescriptible que se quiera juzgar a una presidenta de un parlamento democráticamente elegido”, lo que se escuchaba de fondo eran los cánticos de los afectados de Fórum y Afinsa.

La comitiva de apoyo a los acusados, formada por un centenar de personas entre dirigentes y representantes de base, no sabía cómo encajar de todo la situación. Un joven intentó reírse de las víctimas de la estafa filatélica. Una mujer sacó una 'estelada', dijo “ya está bien” y pidió con amabilidad que dejaran de “hacer tanto ruido”. No tuvo ningún éxito. Los afectados de Fórum y Afinsa eran menos, pero estaban muchísimo más movilizados. Más que los independentistas y más que los ultras, que solo se dejaron ver al principio, al entrar Forcadell en el tribunal, momento que aprovecharon para exhibir sus banderas de España y trasladar la siguiente reflexión: “¡Al trullo, hijos de puta!”.

Pero quienes respaldaban a los acusados (un séquito con menos pompa que la semana pasada, al faltar, por ejemplo, Artur Mas, Joan Tardà y Gabriel Rufián) confiaban en que esta vez no hubiera prisión incondicional. Primero, porque se trataba del Supremo. Y después, porque Forcadell, a diferencia de lo que hicieron los exmiembros del Govern ante la Audiencia Nacional, sí respondió a las preguntas de la Fiscalía.

Los ultras, en cualquier caso, fueron desalojados con rapidez por la Policía Nacional. Alguno de ellos volvió a acercarse a los dirigentes independentistas, cruzando las vallas de seguridad con la rojigualda escondida, pero en cuanto la desplegaba y lanzaba vivas a la “unidad nacional”, era expulsado. Los agentes, en cambio, permitieron que los afectados de Fórum y Afinsa se movieran a sus anchas, no como hace siete días, cuando no pudieron acceder a la Audiencia Nacional y tuvieron que contentarse con ser entrevistados por un equipo de una televisión finlandesa, cuya redactora creyó en un primer momento que eran independentistas catalanes.

“No entiendo…”, dijo la redactora cuando le explicaron que ellos, en realidad, habían sufrido un delito del que pocos se acuerdan, y desde luego no en Finlandia.

“Sí, sí que lo entiendes. Lo que pasa es que no te interesa grabarnos. Y si nos grabas, luego nos borras”, le dijo una mujer.

Este jueves, las víctimas de la estafa filatélica fueron imborrables. Hay quien sostiene que la crisis territorial está sacando a la luz todas las presuntas carencias de España. Como mínimo, ha ayudado a que el caso de Fórum y Afinsa, aunque solo sea como ruido de fondo, vuelva a las pantallas. “¡Hemos salido de lleno en Telecinco!”, dijo a media mañana un afectado. Sonreía.