Pocas veces se ha hablado del papel que tuvo el rey Juan Carlos en la celebración de la Exposición Internacional del 2008 en Zaragoza, aunque nadie en la capital aragonesa olvida ni olvidará su labor, su mediación y cómo se implicó desde el principio en un proyecto en el que él también creyó y por el que, como otros muchos, apostó. Decisivo. Así definen su papel todos los que vivieron de cerca todo el proceso, desde la fase de candidatura. Hasta que abrió y cerró sus puertas, el 14 de junio y el 14 de septiembre, momentos en los que no quiso fallarle a la capital aragonesa y estuvo, encabezando la representación de la Casa Real. Pero nunca se le ha atribuido el mérito que, según aseguran todos (instituciones y organizadores del evento), tuvo para que todo sucediera como ocurrió finalmente.

Cuando Zaragoza solo era aspirante a organizar la Expo, él se encargó de que los integrantes de la misión de encuesta, encargada de evaluar el proyecto, pasara junto al secretario general de la Oficina Internacional de Exposiciones (BIE), Vicente González Loscertales, por el Palacio de la Zarzuela para mostrarle el apoyo institucional al más alto nivel. "Su implicación fue máxima", explican los responsables de aquella candidatura.

Y fue "crucial" en el momento cumbre, cuando se votaba la elección. "El mismo día, con la delegación ya en París, él en primera persona contactó con todos los delegados con derecho a voto", explican. Y no tanto para esa primera ronda en la que nadie veía caer a Zaragoza con los descartes, sino en la segunda, cuando se decidía la ganadora. Suya fue la primera llamada que recibió el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para transmitir su satisfacción, enviada rápidamente a María Teresa Fernández de la Vega, que sí acompañó a la delegación en la votación de París.

Se dejó ver en momentos en los que la muestra necesitaba máxima difusión, como en el stand de Fitur en el 2006 o un mes antes del estreno, cuando se inauguraba la Torre del Agua y Zaragoza necesitaba un empujón definitivo a nivel mediático. Subió con la reina Sofía a la azotea de ese edificio de 80 metros de altura en una imagen que se propagó rápidamente a dos semanas del estreno.

Pero su influencia iba más allá. Puso a la Casa Real al servicio de la organización de la Expo para que, a través de sus contactos, mediar con los países que, a priori, podían ser problemáticos, que no conflictivos. Porque el Rey quería, como Zaragoza, que el éxito fuera, no solo organizar el evento, sino que esos países aterrizaran en el recinto de Ranillas. Y ahí el monarca tuvo un papel importante, por ejemplo para que vinieran los príncipes herederos de Japón (Naruhito), o Marruecos (Moulay Rachid, hermano de Mohammed VI), o una amplia representación de países árabes con los que su relación ha sido siempre muy estrecha. Y así un largo listado de celebridades.

Pero también su presencia era necesaria y visitó la capital aragonesa hasta en cinco ocasiones. Implicó en esa labor de dar proyección a la Expo "a toda la familia real". Todos sus miembros estuvieron en Ranillas en la inauguración y el 24 de junio, cuando se celebraba el día nacional en la muestra, un 24 de junio.

Pero la Expo no fue su único guante. El rey Juan Carlos también realizó una importante aportación para que el AVE llegara a la capital aragonesa. Desde el principio respaldó el proyecto, cuando se presentaba como un eje Sevilla-Madrid-Zaragoza y esa Y griega que enlazaría con Irún y el litoral catalán que el presidente José María Aznar acabó llevándose a Valladolid. Estuvo en su impulso en Europa y su consecución. Y fue el primero en darle notoriedad, primero cuando estaba en fase de pruebas y luego en el estreno.