Seis meses y tres elecciones. Eso es lo que ha necesitado Susana Díaz para asumir que ha perdido su pulso personal con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Pero también que el partido debe ajustarse para transitar durante cuatro largos años por el terreno, hasta ahora completamente desconocido para ellos, de la oposición en Andalucía. Y que, además, es necesario no cometer errores a fin de aprovechar la oportunidad de llegar como candidata a las autonómicas de 2023 tras la nueva alianza entablada con Ferraz. Una cuestión de supervivencia política en la que ha concentrado todos sus esfuerzos y que, por el momento, se ha saldado con una pequeña crisis por el relevo de quien fuera su portavoz parlamentario, Mario Jiménez, que la acusa de deslealtad.

Desde la dirección del partido explican que, tras el último ciclo electoral, con la victoria de Sánchez y la pérdida de la Junta de Andalucía, sostén vital de Díaz, la estrategia de enfrentamiento no sólo era suicida, sino un elemento constante de desgaste al deslegitimar cualquier intento de hacer oposición. De ahí el acercamiento que se evidenció en el encuentro privado celebrado el 27 de mayo en Madrid, y se confirmó con la asistencia de Díaz a la investidura fallida en julio para hacer una encendida defensa de su jefe de filas.

“Se ha abierto una nueva etapa”, concedieron entonces ambos lados. Pese a que algunos sectores siguen apostando como única salida por el reemplazo de la lideresa andaluza, abonando el terreno a la ministra de Hacienda María Jesús Montero, en su entorno se aferran a que los sondeos internos constatan que Díaz es la mejor candidata para intentar recuperar la Junta. Y a esta posibilidad consagra la dirección andaluza todos sus esfuerzos para convencer tanto a los socialistas como a los votantes de que la victoria es posible dentro de cuatro años.

La premisa de trabajo es que Díaz tiene una oportunidad y para aprovecharla debe llegar como candidata. Eso sí, entienden que la estrategia requiere correcciones para reajustar un partido hasta ahora al servicio de una institución, la Junta de Andalucía, que lo absorbía todo. La nueva línea de trabajo pasa además por activar el PSOE andaluz en modo oposición todo el tiempo y proyectar el partido hacia afuera, acorde a las directrices de Ferraz.

Los socialistas deslizan que ya se ven reacciones positivas tras esos primeros pasos, entre los que citan el reconocimiento de errores en una entrevista televisiva en prime-time o el cambio de tono en la Cámara regional. Aquí enmarcan el relevo de Mario Jiménez, un portavoz más agresivo y con unos planteamientos que funcionaban cuando se retenía el poder, pero no en la oposición. Su salida, además, ha servido para poner orden interno en el grupo parlamentario, donde éste, dicen, hacía y deshacía a su antojo aprovechando que Díaz se desentendió al estar centrada en la Junta. Mientras desde el entorno de Jiménez acusan a la expresidenta de deslealtad, y algunos apuntan incluso a la posibilidad de unirse a otras facciones críticas y plantarle cara en las primarias en 2021, el núcleo de la expresidenta le acusa de enrocarse al quedar descolocado y no saber adaptarse a los cambios.

El modelo a seguir ahora es el discurso de Sánchez en la investidura fallida, ante la sensación de que las proclamas mantenidas hasta ahora contra Vox o los rifirrafes con el presidente Juanma Moreno Bonilla en las sesiones de control no convencían. El cambio de tono que buscan lo han mostrado en su posicionamiento contra la campaña para combatir la violencia de género, que creen ha calado entre los andaluces. Sostienen que deben evitar generalidades y hablar de temas concretos que preocupan a la gente, especialmente en áreas tan sensibles como la educación o la sanidad. Su cálculo es recuperar de esta forma al menos 220.000 votos de los 400.000 que perdieron el 2-D, con el convencimiento de que muchos votantes que vieron en Vox un refugio antisistema ahora desaparecerán.

La nueva estrategia para asentarse en la oposición pasa por humanizar la figura de la dirigente andaluza y suavizar esa imagen de ‘killer’ que tienen muchos en el partido, y que saben que les ha pasado factura en los comicios. También se miran en el espejo de las reuniones sectoriales acometidas por Sánchez estos días, abandonadas en un partido que sólo miraba a la gestión de la Junta. Quieren aprovechar uno de los activos de Díaz: su cercanía en las distancias cortas, para que recorra los pueblos, reconecte con la gente y lleve sus problemas al Parlamento. Y ponen el acento en que los según sus sondeos internos, el 67% de los andaluces no han notado cambios desde la llegada del PP y Cs a la Junta.