Durante la reunión de ayer del comité ejecutivo del PP, nadie alzó la voz para discutir la estrategia de Mariano Rajoy ante la crisis del partido en Madrid. No hubo críticas; tampoco elogios. El tema que a todos preocupaba, significativamente, no fue objeto de debate. Sí lo fue extramuros, una vez finalizado el encuentro. Desde el anonimato, por temor a caer en desgracia, varios dirigentes populares lamentaron que Rajoy no aproveche este conflicto para hacer valer su autoridad.

EL LEGADO DE AZNAR Los cargos del PP consultados por este diario, en su mayoría veteranos en la dirección, estaban acostumbrados a la férrea cohesión interna impuesta durante 14 años por el expresidente José María Aznar. Sin caer en la añoranza, muchos recuerdan que Aznar ha dejado en herencia a su sucesor un partido unido como jamás lo había estado la derecha española. Y esperan, lógicamente, que Rajoy no dilapide tan valioso legado.

Del nuevo presidente del partido elogian su talante dialogante y conciliador, su disposición a escuchar las opiniones de todos en vez de imponer la suya. Pero critican que, cuando las circunstancias así lo exigen --como sucede en estos momentos--, carezca del ímpetu necesario para poner coto a los focos de división interna. O, lo que a veces es lo mismo, para neutralizar a quienes intentan echarle un pulso.

ORDAGO Y FAROL "Lo de Alberto Ruiz-Gallardón es un órdago, está claro, pero todos sabemos que va de farol porque en el partido nadie le quiere y no tiene ninguna opción de ganar el congreso. Si le hubiese parado los pies, Rajoy se habría ganado el respeto de todos", razona un cargo del PP ajeno al comité de dirección, el núcleo duro del partido. En opinión de éste y otros miembros de la dirección, era un secreto a voces que entre Gallardón y Esperanza Aguirre iban a saltar las chispas. Por eso creen que, en vez de invitarles a arreglarse entre ellos, Rajoy debió haberles sentado en una misma mesa hasta que cerrasen un acuerdo.

Los congresos de Extremadura y Asturias, donde también concurrirán dos candidaturas enfrentadas, apenas preocupan en Génova. Nadie teme que en la Comunidad Valenciana los partidarios de Eduardo Zaplana presenten una lista alternativa a la de Francisco Camps. Las "pruebas del nueve" del liderazgo de Rajoy son, según estas voces, Galicia y Madrid.

En el primer caso, algunos no olvidan que Rajoy pidió a Manuel Fraga mano dura con el sector disidente y que, al final, el presidente de la Xunta optó por un pacto que tarde o temprano saldrá a la luz. En el segundo caso, los dirigentes populares subrayan que se trata de una crisis especialmente grave por ser la Comunidad de Madrid el buque insignia del partido, que gobierna tanto en la autonomía como en la capital, el principal municipio de España.

UN MES Y MEDIO Aunque los más optimistas confían en que las tensiones se entierren en el plazo de un mes y medio, cuando hayan concluido todos los congresos regionales, otros temen que el episodio de Madrid sea el presagio de una nueva etapa de división interna. Una era tan convulsa como la que vivió el PP hasta principios de los años 90.