Partidario de fosilizar la Constitución, Aznar quiso congelar también los estatutos y proclamó que el Estado de las autonomías era ya inamovible. Pero la realidad es más terca que los sueños de bajo vuelo y ahora toca hablar de reformas legales y financiación. El PP tiene aún una idea monolítica, centralista, de la reforma, y por eso Rajoy defiende que el Gobierno lleve la iniciativa. Pero el PSOE apuesta por el papel de los parlamentos y la diversidad de necesidades y de soluciones. No habrá, por fortuna, el consenso de la fotocopia o del café para todos.*Periodista.