La madre de todas las negociaciones, como se conoce a la batalla presupuestaria, ha entrado esta semana en una fase crucial. El próximo 20 de febrero el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha convocado una cumbre extraordinaria para intentar desbloquear un acuerdo y cerrar el llamado Marco Financiero Plurianual para el período 2021-2027. Por el confesionario instalado en su despacho para sondear líneas rojas y acotar la posible solución han pasado esta semana 19 de los 27 líderes europeos, entre ellos Pedro Sánchez. A día de hoy, las posiciones parecen irreconciliables y el choque, inevitable.

El reto es mayúsculo. No solo porque habitualmente se necesitan varias cumbres y meses de arduas negociaciones para encontrar el siempre difícil equilibrio cuando lo que está en juego es el dinero, sino porque la salida del Reino Unido de la UE deja un complicado escenario, con un agujero presupuestario de más de 10.000 millones de euros anuales que alguien tendrá que cubrir. Participé en las negociaciones hace siete años y en esta ocasión la brecha es realmente grande. Con el Reino Unido a bordo hubiera sido difícil pero sin los británicos va a ser peor, admite un diplomático europeo que sigue la negociación desde la primera línea.

El problema es simple. Los Amigos de la cohesión -15 países del este y sur de Europa entre los que se encuentra España- exigen unas cuentas generosas, que permitan preservar el gasto en agricultura o cohesión al tiempo que se financian nuevas prioridades como el pacto verde y el fondo de transición, y se eliminan los cheques asignados a algunos Estados miembros. Esto, para muchos de ellos, significa un presupuesto de al menos el 1,11% del PIB, tal y como propone la Comisión Europea, una cifra inferior al 1,3% que reclama el Parlamento Europeo, pero ligeramente superior al 1,07% intermedio propuesto como compromiso por la presidencia finlandesa de la UE y rechazado en diciembre.

Necesitamos unos presupuestos ambiciosos. No solo en cuanto a los objetivos sino el respaldo presupuestario detrás de esos objetivos ambiciosos, reivindicaba esta semana de nuevo el presidente español durante su viaje relámpago a Bruselas para encontarse con Michel. Para España, dijo, hay dos capítulos que serán claves en esta negociación: los fondos de cohesión y la política agrícola común y el pago directo a los agricultores.

El club del 1%

Esta música, sin embargo, no convence al llamado club de los frugales, con cuatro de los países contribuyentes netos a la cabeza -Holanda, Suecia, Dinamarca y Austria- que rechazan de plano poner un euro más de su bolsillo para cubrir el desfase británico y exigen unas cuentas más modernas y limitadas al 1% del Producto Interior Bruto. No nos importa seguir siendo contribuyentes netos pero ¿por qué tienen que pagar más nuestros contribuyentes porque se marchen los británicos? Sería un suicidio político, insiste un alto cargo del norte de Europa.

Cruzar esta línea roja significaría gastar mucho más cada año. Es más, según los números del Gobierno danés, situar las cuentas en el 1% significa que tendremos que gastar un 20% más que hoy día en el presupuesto de la UE, se quejaba esta semana la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. Hay margen para un presupuesto más moderno mientras se mantiene un presupuesto bajo, corroboraba su colega sueco Stefan Lofven.

Encontrar un equilibrio a estas dos formas de ver el presupuesto, la de los amigos de la cohesión y el club de los frugales, no será sencillo. Y la prueba de ello es que en su carta de invitación, Michel ha avisado que la reunión, la segunda que presidirá como presidente de la UE, empezará el jueves 20 de febrero aunque sin acotar cuándo terminará. Es difícil lograrlo en una sola cita sobre todo porque las posiciones están muy distantes, reconoce un alto cargo con larga trayectoria en Bruselas. Va a ser larga, tensa y compleja pero el Gobierno de España acudirá con una actitud constructiva y firme, promete Sánchez.