T "Esquerra, bon día". Así contestaba, rubia y atractiva, la recepcionista, cada vez que sonaba el teléfono en la sede de Esquerra Republicana. Y ese cabezudo de cartón tan festejado y publicitado durante las últimas elecciones catalanas, ese cabezudo que quiere ser la cabeza de Josep Lluís Carod-Rovira, reposaba ayer en el suelo de uno de los despachos. Y lo que hasta hace unos días simbolizaba la fiesta popular o una hábil herramienta propagandística, ayer se le antojaba a uno la más feroz de las imágenes: la del decapitado.

T Pero no. De eso nada, Robespierre. No anda tan menguado de ánimos Josep Lluís Carod-Rovira como algunas de sus gentes comentaban ayer en los concurridos pasillos de la sede de Esquerra. Se le ha adelgazado el mostacho, cierto. Y también tenía ayer ese aliento de estómago vacío o revuelto que a todos nos invade en días de entierro o gloria. Tampoco el brillo de su mirada es el de siempre. Pero el republicano, ayer, el señor secretario general sabía que le aguardaba una nueva calle. Los técnicos a eso lo llaman, creo, plebiscito.