Colchonetas en el suelo, mochilas, botellas de agua y mesas llenas de comida al pie de la placa dedicada a Rafael Campalans en el 'hall' de la Escola del Treball son testigo a primera hora de la mañana de hoy sábado de que aquella no ha sido una noche normal, sino más bien una noche para la historia. Para el nuevo relato de Cataluña que estudiantes y vecinos quieren ayudar a escribir.

El bellísimo edificio del Recinte Escola Industrial, en la calle de Urgell, se ha convertido en un símbolo en el Eixample Esquerra de organización popular. No recuerdan movilizaciones semejantes, ni acampadas, mano a mano entre residentes partidarios del independentismo y alumnos del centro. Una pequeña revolución intergeneracional que lo mismo atrinchera a estudiantes de secundaria y de ciclos profesionales (de joyería a enfermería) cargados de esperanzas que a abuelos del barrio que conviven con el poso amargo y el miedo que les dejó una guerra civil.

Entre los últimos, figuran perfiles como Miquel, que esta mañana madrugó para comprar media docena de croissants en una panadería del barrio. No está en condiciones de dejarse la espalda en una esterilla sobre el suelo, pero quería colaborar “con la causa” proporcionando calorías a quien hubiera dormido en alguna escuela del barrio para mantenerla abierta de cara al 1-O. Por la Escola del Treball también han desfilado vecinos con churros y chocolates y otras viandas. Muchos alimentos y bebidas aportados anónimamente con carros de la compra y acumulados en mesas porque por delante aún quedan horas de actitivades infantiles, torneos de mesa, recitales de poesía, una comida popular a base de tupers, una cena de hermandad, una noche de cine y una fiesta de pijamas.

El único ejército que se organiza en las escuelas viene a ser de hormigas. Minúsculos organismos -en comparación con el desembarco policial orquestado por Rajoy- que en solitario podrían ser pisoteados pero que debidamente sincronizados son una fuerza poderosa. Les alimenta la convicción ideológica, la solidaridad… y las redes sociales.

Ante la desigual respuesta de los centros de esta zona (el IPSI y el colegio Urgell estaban cerrados, mientras que el CEIP Auró a solo unos metros se mantiene activo con iniciativas que teóricamente festejan el “inicio de curso”), los colectivos favorables al SÍ a la independencia se han organizado desde whatsapp. Cuentan un par de portavoces que a partir de crear un gran grupo del distrito se han generado subgrupos para garantizar que en las escuelas que apoyan el 1-O siempre hubiera aliento. Si en un punto eran pocos, acuden refuerzos desde espacios más consolidados, como la Escola del Treball, donde han pernoctado medio centenar de personas, o en la de Llorers (avenida de Roma con Viladomat), donde lo han hecho una veintena.

En el fantástico patio del recinto industrial los niños juegan mientras los jóvenes preparan carteles y los adultos debaten en corrillos sobre lo que puede pasar mañana domingo. El cartel de la entidad anuncia a las cinco de la mañana un desayuno popular y una jornada de “puertas abiertas” de 8 a 21.00 horas. Pero los participantes dicen no saber nada de lo que pasará en ese tramo horario. “Nosotros estamos aquí desde el viernes para asegurar que la escuela está abierta, pero a partir del 1-O entrará el presidente de la mesa” y aquello será otra historia.

De momento, no han recibido presiones. Tan solo una visita de los Mossos a primera hora, de la que han abierto acta. Si llega el momento en que los agentes tratan de cerrar el centro, los participantes tienen claro que habrá “resistencia pacífica”. No se irán.