José María Aznar no pasará a la historia como el presidente más dialogante que ha tenido España. De ello pueden dar fe los presidentes autonómicos que se han pasado la legislatura esperando ser recibidos en audiencia y también el jefe de la oposición de los años del rodillo, José Luis Rodríguez Zapatero.

Ni el desastre del Prestige, ni los fracasos en materia de inmigración, ni la huelga general, ni la ilegalización de Batasuna han sido motivos suficientes para que el hoy presidente en funciones descolgara el teléfono e invitara a Zapatero a escuchar el porqué de sus actuaciones y a exponerle qué habría hecho él en su lugar. Antes de la reunión que mantuvieron ayer, Aznar y Zapatero se habían visto en tres ocasiones. Y eso que en un principio pareció que las relaciones entre ambos iban a ser más fluidas.

Apenas habían transcurrido cuatro días desde el nombramiento de Zapatero como secretario general del PSOE, el 22 de julio del 2000, cuando se reunió con Aznar por primera vez en la Moncloa. El presidente del Gobierno quería sondear la disposición del líder socialista a establecer un pacto PP-PSOE destinado a desbancar al PNV del Gobierno vasco, una de sus obsesiones. También quería aprovechar aquella entrevista, casi de tanteo, para conocer la opinión de Zapatero sobre la reforma de la ley de extranjería.

Ni uno ni otro salió de la reunión con el objetivo cumplido. Pese a la cordialidad de la charla ("Creo que con un diálogo más intenso podría llegar a ver a Aznar más simpático, lo que no es fácil", bromeó Zapatero), ni el dirigente del PSOE se mostró partidario de arrinconar al PNV ni Aznar se pronunció sobre la petición de alcanzar un pacto en inmigración. Pero había buena voluntad y ambas partes destacaron la importancia de haber abierto "un cauce de comunicación".

Sin embargo, el mundo tuvo que ponerse al borde del caos para que llegara un segundo encuentro. Un día después del 11-S, el 12 de septiembre del 2001, Aznar y Zapatero se reunieron para analizar la crisis y acordar el apoyo de España a EEUU. La reunión duró 40 minutos, y Zapatero salió de ella diciendo que el Gobierno tendría el "respaldo auto- mático e inmediato" del PSOE "en todas las medidas que adoptara".

Serían justamente los efectos de algunas de estas medidas los que propiciarían la tercera reunión entre ambos dirigentes. Mucho menos pública y mucho más crispada. Aznar convocó a Zapatero a un encuentro secreto el 2 de febrero del 2003 para pedirle que apoyara la posición del Gobierno en relación con la probable guerra de Irak. Se lo pidió "tres veces", según explicó el propio presidente, apelando al consenso que hubo en 1991 sobre la guerra del Golfo. No hubo acuerdo y sí muchos reproches: Aznar calificó a Zapatero de oportunista y acusó al PSOE de no estar "preparado para asumir responsabilidades de Gobierno", mientras que el socialista le replicó que no le había ofrecido consenso, sino sumisión "a su seguidismo" de Bush.

En poco más de dos años y medio, Aznar pasó de esperar abrir "cauces" para el diálogo a darle la espalda.